Hace ya muchos años,
vivía en la selva un hermoso Puma que siempre hacía alarde de su fortaleza y su
ligereza. Le gustaba asustar a los demás animales, tanto terrestres como
acuáticas, rugiendo y saltando para luego reírse del miedo que les causaba.
Esta actitud no les gustaba para nada a los animales, les caía gordo. Un día en
que corría velozmente tratando de darle caza a un venado, tropezó con la casita
de Chapulín y la destruyó.
Furioso, Chapulín se
subió a la nariz de Puma y le reclamó:
-¡Oye, Puma, por qué
eres tan maleducado, acabas de destruir mi casa con tus espantosas patas llenas
de garras!- Ante tal reclamo Puma se sintió ofendido y contestó:
-¡Asqueroso y enano
insecto, yo no tengo la culpa de que coloques tu casa por donde yo voy a pasar
corriendo!- Chapulín indignado refutó:
-¡Pues ahora vas a pagar por los destrozos de
mi casa!-
-¡Yo no te voy a pagar
nada, insecto horrendo!- Grito enfurecido Puma. Chapulín, temblando de furia,
le propinó un fuerte golpe en la nariz al bello felino y le dijo terminante:
-¡Te declaro la guerra!-
Cuando Puma recibió el golpe sintió cosquillitas, estornudó y Chapulín salió
disparado. Desde el suelo vociferó:
-¡Te reto a guerra con
todas mis tropas, tú puedes traer a las tuyas, y ya veremos quién gana la
contienda!- Puma, muy digno, se dio la media vuelta y se alejó en busca de sus
tropas.
Mientras tanto, Chapulín
fue a ver a las avispas y les pidió su ayuda: ¡Queridas hermanas avispas, ha
llegado la hora de darle una lección a ese presumido felino carnívoro y
sanguinario, ya basta de dejarnos atropellar por Puma¡ ¡Si nos unimos lo
venceremos! Todas las avispas estuvieron de acuerdo con Chapulín en luchar
contra ese presumido, arbitrario y abusivo, y se dispusieron para la guerra.
Entre tanto, Puma fue en busca de la ayuda de los coyotes, los gatos monteses,
los tigrillos y las zorras, les platicó lo acontecido con Chapulín, y los
incitó a la luchar diciendo: ¡Ya verán esos topes y repugnantes insectos de lo
que somos capaces, no nos dejaremos amedrentar por ellos!
Al poco tiempo se
encontraban en el campo de batalla observando por donde vendría las tropas
enemigas. La Zorra dijo que iría a la vanguardia y que en cuanto viera a las
tropas de Chapulín daría un grito de alerta. Cuando los soldados de Chapulín
vieron a Zorra, se le fueron encima y la picotearon por todo el cuerpo y,
olvidándose de dar la alarma, corrió despavorida a tirarse al lago. Puma
y sus cotlapaches al ver a Zorra en el agua pensaron que estaba persiguiendo a
Chapulín y corrieron hacia ella.
El ejército de avispas
aprovechó esta circunstancia y se lanzó sobre los soldados de Puma y clavaron a
placer sus aguijones en los cuerpos de los animales que gritaban a más no poder
de dolor. Zorra que observaba desde el lago, gritaba:
-¡Al agua, al agua!- Y,
efectivamente los picados soldados de Puma se arrojaron presurosos al agua.
Mientras tanto, el ejército de avispas zumbaba y no los dejaba salir del agua.
Después de varias horas; acalambrados, cansados, hambrientos y sedientos, las
tropas de Puma decidieron rendirse. Salieron del lago todos mojados y humillados
y tuvieron que soportar las miradas burlonas y las mofas que las avispas
hicieron. Chapulín se acercó a Puma y le dijo:
-¡Puma presuntuoso,
espero que no olvides la lección, pues has de saber que cuando las criaturas
pequeñas se unen, no hay quién pueda vencerlas!-
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