Un día estaba el delfincito
nadando un poco triste por la superficie del mar, había perdido a su mamá,
estaba buscándola por todos lados sin poderla encontrar. Por su lado pasó un
pez muy largo, serio y con cara de buenazo, al verlo tan triste le preguntó qué
le ocurría. El delfincito bebé le contó su pena y el pez Sabio le dijo que
debía ir a buscar dónde terminaba el arco iris, que allí donde los colores se
derritieran encontraría a su mamá.
Para allí empezó a nadar el
delfincito bebé, mirando al cielo a ver si encontraba por algún lado una
nubecita que le regalara una lluvia y un poco de sol para que se dibujara el
arco iris que le devolviera a su mamá. Muy lejos descubrió una nubecita
chiquitiiiiita, nadó, saltó, se sumergió, fue a toda velocidad. Cuando llegó,
se encontró con una sola y triste nube que no tenía pensado llover ni llamar a
sus otras amigas para
hacerlo. En el acto se le acercó un pez gordo y con cara de oler algo sucio, y
el delfincito le dijo:
-Antes que me preguntes que me
pasa, te lo cuento: he perdido a mi mamááá...- dijo muy triste el bebé. El pez
le dio unas palmitas en la espalda, diciéndole cómo podía encontrar el arco
iris más rápidamente y así a su mamá. Debía seguir siempre las crestas de las
olas. Así lo hizo el pequeñin, tanto rato que ya no daba más.
Cansado y decepcionado como
estaba se dejó caer hasta el fondo del mar, recostándose en una cama de algas
marinas de todos los colores, mirando sin ningún interés las preciosas plantas
que adornaban aquel rincón del mar, todo era tan lindo allí que hasta parecía
una selva acuática multicolor, solo quería descansar un poquito y hallar
consuelo para su corazoncito.
Un cardumen de pececitos rayados
negro y amarillo se acercaron a alegrarlo un poco, pero el se dio vuelta para
no verlos, éstos llamaron a otros de muchos colores distintos, de todos los
tamaños, formas, y grosores. El delfincito no pudo ahora negarse a mirarlos
aunque fuera de reojo, pero enseguida recordó a su mamá y se tapó los ojitos
para no ver mas nada.
Un pulpo muy señorial llegó
moviendo sus tentáculos con un ritmo de baile antiguo, cuando descubrió al
pequeño tan triste, le hizo cosquillas con un tentáculo, después con otro, al
no ver ningún resultado, atacó de cosquillas con todos sus tentáculos, hasta
que las risitas se oían bien lejos.
El pulpo escuchó seriamente toda
la historia del arco iris, de las crestas de las olas, y le confesó al bebito
que en realidad, el "Pez con Cara de Oler a algo Sucio", era el pez
bromista, que los grandes ya saben que no hay que hacerle caso. El señor pulpo
le aconsejó buscar las nubes bien grises y oscuras, oler el aire y no parar
hasta encontrar a su mamá, que un día la encontrará.
Así hizo el delfincito, nadó por
muchos mares, vio montones de peces distintos, peces que parecían tener una
espada, o que parecían gallos, también vio caballitos de mar, de lejos vio
pingüinos y una ballena. Tanto nadó, tantos mares recorrió, que ya no quedaba
casi mas nada del delfincito bebé, se había convertido en un delfín grande y bello.
Una ostra grandiosa, cuando lo
sintió a su lado le dijo que escuchara un secreto que tenía para el, era un
secreto que se lo habían dicho hace mucho tiempo, que solo a un delfín bello
como el podría contárselo. La ostra se abrió un poquitín para que la pudiera
escuchar y el delfín puso su orejita.
Una sonrisa dibujó la cara del
buscador de su mamá y salió a la superficie, con tanta alegría que dio un salto
como de tres metros e hizo dos volteretas, en la bajada vislumbró una delfina
algo más allá. Al salir a la superficie nadaron juntos un ratito, haciendo círculos,
saltando uno por encima del otro, jugando a las escondidas, y todas esas cosas
que hacen los delfines cuando están felices. Tan felices estaban que se
enamoraron, y al cabo de un tiempo la delfina tenía una panza gordota con un delfincito
en ella.
Una tarde, se había nublado todo
el cielo, y empezó a llover, salió el sol un ratito y claro, se hizo un arco
iris delante mismo del delfín, estaba tan sorprendido que le dijo a su delfina
que iba a bucear allí abajo. El pobre delfín no sabía que iba a pasar, ¿Estaría
su mamá?, ¿Se acordaría de el?, ¿Cómo estaría? Todo esto se preguntaba mientras
iba cautelosamente hacia las profundidades del mar. Desde donde estaba logró
ver una delfina viejita y bastante arrugada.
-¡Siiiii, es ella!- gritó
corriendo a su encuentro.
Se dieron muchísimos besitos, y
mimos, y la mamá le dijo que había crecido mucho, que ya era un delfín muy
grande y bello.
-Mamá, tengo que contarte que vas
a ser abuelita dentro de muy poquito, sube que te voy a mostrar a mi
delfincita- le dijo muy feliz el delfín.
La delfina abuelita estaba muy contenta también, después de todos los
besitos, de ver la pancita gordota, decidieron irse los tres a buscar un lugar
donde pudieran vivir alegremente y hacer un lugar maravilloso para el futuro
delfincito bebé.
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