En un maravilloso y precioso bosque, había un gran lago y dentro, y a su
alrededor, vivían gran cantidad de animales de todo tipo. De entre todos
ellos destacaba un gran cisne blanco con unas plumas largas y brillantes,
dotado de una belleza sin igual y que era considerado como el cisne más bello
del mundo. Era tan bonito que había ganado todos los concursos de belleza a los
que se había presentado, y eso hacía que cada vez se paseara más y más
orgulloso, despreciando a todos los demás animales, e incluso se negaba a
hablar con ellos, pues no estaba dispuesto a que lo viesen con animales que
para él eran tan feos y desagradables. Era tal el grado de vanidad que tenía
que los animales estaban hartos de él y un día un pequeño puercoespín se
decidió a darle una buena lección.
Fue a ver al cisne, y delante de todos le dijo que no era tan bello, que
si ganaba todos los concursos era porque los jurados estaban influenciados por
su fama, y que todos sabían que él un pequeño puercoespín era más bello.
Entonces el cisne se enfureció, y entre risas y desprecios le dijo “pero que tonterías
estás diciendo, yo a tí te gano un concurso con el jurado que quieras”. “Vale,
acepto, nos vemos el sábado”, respondió el puercoespín, y dándose media vuelta
se alejó muy orgulloso, sin dar tiempo al cisne a decir nada más.
Ese sábado, fue todo un acontecimiento en el bosque y todos
fueron a ver el concurso, el cisne se lavó en el lago con gran cuidado y cuando
se secó sus plumas blancas relucían como el mismísimo sol. El cisne marchaba
confiada y terriblemente altivo, hasta que vio quiénes formaban el jurado:
comadrejas, hamsters, ratones y un tejón. Rápidamente entendió que la belleza
dependía de quien la mirara y que ese feo puercoespín para los animales que
formaban el jurado era muy bello pues era parecido a ellos, y que él con toda
su majestuosidad no les resultaba mínimamente atractivo, por lo que el
puercoespín ganó el concurso claramente, dejando al cisne lloroso y humillado,
pero aprendiendo una lección que nunca olvidaría, y a partir de ese momento fue
amable con todos los animales, hablando con ellos y ayudándoles en lo que
podía.
Con todo esto el cisne y el puercoespín se hicieron grandes
amigos y era frecuente verlos pasear o riendo sentados en la orilla del lago.
Un día los animales se reunieron y le dijeron al cine que había ganado un nuevo
concurso, uno que le hizo más feliz y del que estaba más orgulloso, que de
todos los demás que había ganado antes: el premio a la humildad.
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