lunes, 21 de julio de 2014

LAS TRES BARRERAS QUE NO LE PERMITIERON LA ENTRADA AL CIELO



Un soldado se encuentra mortalmente herido, en el campo de batalla.

Al final de toda una vida de desórdenes, se halla de pronto en el umbral del otro mundo.

Mientras la vida se le escapa junto con la sangre, gota a gota, la mirada del soldado se pierde a lo lejos, allá donde está la puerta del cielo.

El quiere llegar, pero hay tres barreras que no le permiten franquear aquella puerta.

La primera es un perro, su viejo perro, el soldado lo había dejado morir de hambre, solo para divertirse viéndolo sufrir.

La segunda barrera es un niño de dos años, el soldado lo había encontrado solo en una choza abandonada y le había clavado la bayoneta en el corazón.

La última barrera es una anciana, que le había suplicado que no le hiciera daño a su hijo; a cambio, ella se quemaría una mano en el fuego a la vista del soldado para divertirlo.

Y él había aceptado y presenciado la escena, hasta cuando la mano de la anciana se había desprendido, totalmente carbonizada.

Por eso aquel soldado no pudo entrar en el cielo, pues las tres barreras se lo impidieron.

PANCHO Y SU AMIGO ZERO-ZERO



Pancho había conocido a su amigo Zero-Zero en un chat interplanetario, y en cuanto pudo, compró un billete espacial para ir a visitarlo. Pero mientras Zero-Zero le mostraba las maravillas de su planeta Pancho tropezó, y fue a dar un tremendo cabezazo contra una esfera que había junto al camino. Con el golpe, la esfera se abrió, y de ella surgió un pequeño hombrecillo. Tenía un enorme chichón el cabeza, y un enfado aún más grande.

Zero-Zero se puso muy nervioso, tanto que apenas podía hablar. Y antes de que Pancho pudiera pedir disculpas, aparecieron dos enormes robots con uniforme. Sacaron unos pequeños aparatos y rastrearon toda la zona. Al terminar, del aparato surgió una pequeña tarjeta metálica que uno de los robots entregó al accidentado. Y sin decir nada más, agarraron a Pancho y al hombrecillo y se los llevaron de allí a toda velocidad.

Cuando Pancho quiso darse cuenta, estaba encerrado en una gran esfera con el hombrecillo y otro robot de aspecto muy serio vestido con una toga negra. Antes de saber lo que pasaba, escuchó al robot decir: “adelante”. Y sin más, el hombre le dio un buen golpe en la cabeza. Tras el golpe, el robot sacó uno de esos aparatos, revisó la dolorida cabeza de Pancho, y terminó entregándole una tarjetita metálica.

-“Demasiado fuerte. Es su turno. No se exceda de lo marcado en la tarjeta”-

Pancho no entendía nada. Miró a su alrededor. A través de las paredes pudo ver numerosas esferas, cada una con su robot y su toga, y gente dentro dándose golpes y empujones, todos con sus tarjetitas metálicas. El hombrecillo, enfrente de él, le miraba con miedo, y el robot seguía expectante a su lado.

-“Puede golpear. Recuerde, no más de lo que marca la tarjeta”- insistió el robot.

Pancho no se decidía. El robot de la toga le explicó impaciente:

-Este es un proceso de justicia exacta. No debe preocuparse de nada. Ambos recibirán exactamente el mismo daño. Si uno se excede, se le entregará una tarjeta con el valor exacto para que todo quede nivelado”-

¿Justicia exacta? Aquello sonaba muy bien. Nadie podía salir más perjudicado que el otro y todos recibían lo mismo que habían provocado. Pancho estaba sorprendido de lo avanzados que estaban en aquel planeta. Tenía tantas ganas de comentarlo con Zero-Zero, que corrió hacia la puerta.
-“No puede irse”- dijo el robot impidiéndole el paso. –“Debe completar el proceso, debe acabar los puntos de su tarjeta”-

Pancho quedó pensativo. No le apetecía golpear otra vez a aquel pobre hombre, aunque la verdad es que él se la había devuelto bien fuerte...

-“Está bien. Le perdono”- dijo finalmente.

-“No”- volvió a decir el robot. –“Debe terminar los puntos de la tarjeta. Esto es un proceso de justicia exacta”-

¡Qué pesado! ¿Cómo no iba a ser posible perdonar a alguien? Pancho empezó a sentirse molesto con aquel robot tan estirado, así que tomó su tarjeta, la partió por la mitad, y dijo.

-“¡Mira! Ya no quedan puntos”-

El robot pareció descomponerse. Empezó a emitir pitidos, se le encendieron mil luces y perdió el control de sus movimientos. Y cuando parecía que iba a explotar, todo volvió a la normalidad y dijo tranquilamente:

-“Es correcto. Ahora pueden irse. Gracias por utilizar el sistema de justicia exacta”-

La puerta se abrió, pero antes de poder saludar al asustado Zero-Zero, Pancho tuvo que quitarse de encima al hombrecillo, que no hacía otra cosa que abrazarlo y darle las gracias como si le hubiera salvado la vida.

Al salir de la esfera, Pancho empezó a comprender. Aquí y allá podían verse usuarios del sistema de justicia exacta retirados en camillas, o extremadamente agotados y cansados.

Zero-Zero le explicó mientras volvían que el único problema de la justicia exacta era que resultaba casi imposible devolver el daño exacto, y los juicios e intercambios de golpes llegaban a durar días y días. Tal miedo tenían todos de tener algún juicio, que muchos vivían aislados en pequeñas esferas de cristal, como el hombrecillo de su accidente.

Pancho se fue a los pocos días, pero su nombre no se olvidó nunca en aquel planeta. Nadie antes había perdonado nada, y gracias a él habían descubierto que el perdón es una parte necesaria de la justicia.

domingo, 20 de julio de 2014

LA TIENDA DEL CIELO



Estaba haciendo las compras de Navidad, cuando vi un letrero que decía:

"LA TIENDA DEL CIELO” Me causó curiosidad y me acerqué, La puerta se abrió lentamente y cuando me di cuenta, ya estaba adentro. Vi muchos ángeles parados en todas partes, Uno de ellos me entrego una canasta y me dijo:

"Ten, compra con cuidado todo lo que necesitas y lo que no puedas ahora, te lo llevaras después, eso si, Solo puedes comprar cosas para ti".

Comencé a caminar por esa enorme y bella tienda y lo primero que compre fue PACIENCIA.



EL AMOR estaba en la misma fila y más abajo en el mismo pasillo encontré la COMPRENSION... Pues eso necesitamos contantemente.

Luego encontré EL TRIUNFO al lado de PERSEVERANCIA y no dude en tomar 2 kilos de cada uno.

LA HUMILDAD estaba en la parte de arriba del estante y eche una caja en mi cesta, pues la podría necesitar después de utilizar EL TRIUNFO. También compre 2 bolsas de FE, que venia junto con LA ORACION.

Mas adelante encontré el empaque del PERDON bellamente diseñado y eche en mi canasta 2 cajas, al doblar el pasillo me pare a comprar FUERZA y CORAJE, sin dudar para utilizarlo en la carrera de la vida.

En el mismo pasillo vi LA SERENIDAD, EL VALOR y LA SABIDURIA, los 3 por el precio de uno y tenia estas instrucciones:

Utilizar la serenidad para aceptar las cosas que no se pueden cambiar,

VALOR para cambiar aquellas que se pueden,

LA SABIDURIA para distinguir la diferencia.

LA PAZ y LA FELICIDAD, las daban gratis con la compra de los demás artículos.

Llegue a la caja y también me atendió un ángel y le pregunte:

"¿Cuánto debo?" el me sonrió y contesto

"lleva tu cesta a donde quieras que vayas", de nuevo le conteste, "¿Pero cuánto debo?" el otra vez me sonrió y me respondió:

"No te preocupes, JESÚS ya pago tu deuda...hace mucho tiempo".

sábado, 19 de julio de 2014

CON UN SACO DE CARBON



Un día Jaimito entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto. Su padre lo llamó y Jaimito le siguió, diciendo en forma irritada:

-“Papá, ¡te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso, le deseo todo el mal del mundo. ¡Tengo ganas de matarlo!”-

Su padre, un hombre simple pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo, quien continuaba contando lo que le había sucedido:

-“Imagínate que el estúpido de Pedrito me humilló frente a mis amigos. ¡No acepto eso! Me gustaría que él se enfermara para que no pudiera ir más a la escuela”-

El padre, mientras escuchaba, se dirigió hacia el garaje de la casa. De una esquina tomó un saco lleno de carbón y lo llevó hasta el final del jardín. Miró a su hijo a los ojos y le propuso:

-“¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Anda, tírale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo. Después yo regreso para ver como quedó”-

El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los carbones pero, como el tendedero estaba lejos, pocos de ellos acertaron la camisa.

Cuando el padre regresó, le preguntó:

-“Hijo, cuéntame, ¿qué tal te sientes?”-

-“Muy cansado, pero alegre. ¡Acerté algunos pedazos de carbón a la camisa!”-

El padre tomó al niño de la mano y lo condujo a la casa.

-“Ven conmigo, quiero mostrarte algo”-

Lo colocó frente a un espejo grande que le permitía ver todo su cuerpo… ¡Qué susto, estaba todo negro! ¡Sólo se le veían los dientes y los ojos!

-“Hijo, como pudiste observar, la camisa quedó un poco sucia pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú. Así mismo sucede cuando le deseamos mal a otra persona. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queramos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos y deseos, los residuos y la suciedad siempre quedan en nosotros mismos”-

viernes, 18 de julio de 2014

COMIENDO CON DIOS EN EL PARQUE



Una joven quería conocer a Dios; sabia que era un largo viaje hasta donde Dios vive, así que empacó su maleta con pastelillos y refrescos, y empezó su jornada.


Cuando había caminado como tres cuadras, se encontró con una mujer anciana. Ella estaba sentada en el parque, solamente ahí parada contemplando algunas palomas.


La joven se sentó junto a ella y abrió su maleta. Estaba a punto de beber su refresco, cuando notó que la anciana parecía hambrienta, así que le ofreció un pastelillo.


Ella agradecida aceptó el pastelillo y sonrió a la joven. Su sonrisa era muy bella, tanto que ella quería verla de nuevo, así que le ofreció uno de sus refrescos.


De nuevo ella le sonrió. ¡La joven estaba encantada!


Ella se quedó toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de las dos dijo nunca una sola palabra, mientras oscurecía, la joven se percató de lo cansada que estaba, se levantó para irse, pero antes de seguir sobre sus pasos, dio vuelta atrás, corrió hacia la anciana y le dio un abrazo.


Ella, después de abrazarlo le dio la más grande sonrisa de su vida.


Cuando la joven llegó a su casa, abrió la puerta. Su madre estaba sorprendida por la cara de felicidad. Entonces le preguntó:


-“Hija, ¿qué hiciste hoy que te hizo tan feliz?”-


Ella contestó:

-“¡Hoy almorcé con Dios!...”-


Y antes de que su madre contestara algo, añadió: -“¿Y sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que he visto!”-

Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hijo se quedó sorprendido por la expresión de paz en su cara, y preguntó:


-“Mamá, ¿qué hiciste hoy que te ha puesto tan feliz?”- La anciana contestó:


-¡Comí con Dios en el parque!...”- Y antes de que su hijo respondiera, añadió:


-“¿Y sabes? ¡Es más joven de lo que pensaba!”-

jueves, 17 de julio de 2014

EL MAGO MERLIN



Hace muchos años, cuando Inglaterra no era más que un puñado de reinos que batallaban entre sí, vino al mundo Arturo, hijo del rey Uther.

La madre del niño murió al poco de nacer éste, y el padre se lo entregó al mago Merlín con el fin de que lo educara. El mago Merlín decidió llevar al pequeño al castillo de un noble, quien, además, tenía un hijo de corta edad llamado Kay. Para garantizar la seguridad del príncipe Arturo, Merlín no descubrió sus orígenes.

Cada día Merlín explicaba al pequeño Arturo todas las ciencias conocidas y, como era mago, incluso le enseñaba algunas cosas de las ciencias del futuro y ciertas fórmulas mágicas. 

Los años fueron pasando y el rey Uther murió sin que nadie le conociera descendencia. Los nobles acudieron a Merlín para encontrar al monarca sucesor. Merlín hizo aparecer sobre una roca una espada firmemente clavada a un yunque de hierro, con una leyenda que decía:

"Esta es la espada Excalibur. Quien consiga sacarla de este yunque, será rey de Inglaterra"

Los nobles probaron fortuna pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no consiguieron mover la espada ni un milímetro. Arturo y Kay, que eran ya dos apuestos muchachos, habían ido a la ciudad para asistir a un torneo en el que Kay pensaba participar.

Cuando ya se aproximaba la hora, Arturo se dio cuenta que había olvidado la espada de Kay en la posada. Salió corriendo a toda velocidad, pero cuando llegó allí, la puerta estaba cerrada.

Arturo no sabía qué hacer. Sin espada, Kay no podría participar en el torneo. En su desesperación, miró alrededor y descubrió la espada Excalibur. Acercándose a la roca, tiró del arma. En ese momento un rayo de luz blanca descendió sobre él y Arturo extrajo la espada sin encontrar la menor resistencia. Corrió hasta Kay y se la ofreció. Kay se extrañó al ver que no era su espada.

Arturo le explicó lo ocurrido. Kay vio la inscripción de "Excalibur" en la espada y se lo hizo saber a su padre. Éste ordenó a Arturo que la volviera a colocar en su lugar. Todos los nobles intentaron sacarla de nuevo, pero ninguno lo consiguió. Entonces Arturo tomó la empuñadura entre sus manos. Sobre su cabeza volvió  a descender un rayo de luz blanca y Arturo extrajo la espada sin el menor esfuerzo.

Todos admitieron que aquel muchachito sin ningún título conocido debía llevar la corona de Inglaterra, y desfilaron ante su trono, jurándole fidelidad. Merlín, pensando que Arturo ya no le necesitaba, se retiró a su morada.

Pero no había transcurrido mucho tiempo cuando algunos nobles se alzaron en armas contra el rey Arturo. Merlín proclamó que Arturo era hijo del rey Uther, por lo que era rey legítimo. Pero los nobles siguieron en guerra hasta que, al fin, fueron derrotados gracias al valor de Arturo, ayudado por la magia de Merlín.

Para evitar que lo ocurrido volviera a repetirse, Arturo creó la Tabla Redonda, que estaba formada por todos los nobles leales al reino. Luego se casó con la princesa Ginebra, a lo que siguieron años de prosperidad y felicidad tanto para Inglaterra como para Arturo.

"Ya puedes seguir reinando sin necesidad de mis consejos -le dijo Merlín a Arturo-. Continúa siendo un rey justo y el futuro hablará de ti"

EL ÁNGEL DE LOS NIÑOS



Cuenta una leyenda que a un angelito que estaba en el cielo, le tocó su turno de nacer como niño y le dijo un día a Dios:

-Me dicen que me vas a enviar mañana a la tierra. ¿Pero, cómo vivir? tan pequeño e indefenso como soy-

-Entre muchos ángeles escogí uno para ti, que te esta esperando y que te cuidara-

-Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y Sonreír, eso basta para ser feliz-

-Tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tu sentirás su amor y serás feliz-

-¿Y como entender lo que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?-

-Tu ángel te dirá las palabras mas dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y con cariño te enseñará a hablar-

-¿Y que haré cuando quiera hablar contigo?-

-Tu ángel te juntará las manitas te enseñará a orar y podrás hablarme-

-He oído que en la tierra hay hombres malos. ¿Quién me defenderá?-

-Tu ángel te defenderá más aún a costa de su propia vida-

-Pero estaré siempre triste porque no te veré más Señor-

-Tu ángel te hablará siempre de Mí y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estaré a tu lado-

En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo pero ya se oían voces terrestres, y el niño presuroso repetía con lágrimas en sus ojitos sollozando...

-¡Dios mío, si ya me voy dime su nombre! ¿Cómo se llama mi ángel?-

-Su nombre no importa, tu le dirás: MAMÁ-