Un soldado se encuentra mortalmente herido, en el campo de batalla.
Al final de toda una vida de desórdenes, se halla de pronto en el umbral
del otro mundo.
Mientras la vida se le escapa junto con la sangre, gota a gota, la mirada
del soldado se pierde a lo lejos, allá donde está la puerta del cielo.
El quiere llegar, pero hay tres barreras que no le permiten franquear
aquella puerta.
La primera es un perro, su viejo perro, el soldado lo había dejado morir
de hambre, solo para divertirse viéndolo sufrir.
La segunda barrera es un niño de dos años, el soldado lo había encontrado
solo en una choza abandonada y le había clavado la bayoneta en el corazón.
La última barrera es una anciana, que le había suplicado que no le
hiciera daño a su hijo; a cambio, ella se quemaría una mano en el fuego a la
vista del soldado para divertirlo.
Y él había aceptado y presenciado la escena, hasta cuando la mano de la
anciana se había desprendido, totalmente carbonizada.
Por eso aquel soldado no pudo entrar en el cielo, pues las tres barreras
se lo impidieron.
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