Hubo una
vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes
falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que
se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la
vez.
El palacio
se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor
incomparables y de poetas enamorados.
Y entre
todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia
piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su
curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se
explicó diciendo:
-“Esa piedra
representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y
también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo
cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro”-
El joven se
marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan
enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó
al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la
piedra en sus manos.
Desanimada,
terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la
arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces
comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto
tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los
meses siguientes, la princesa se propuso cambiar
en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros.
en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros.
Cuantos
trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su
sola presencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que
comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con
la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y
como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la
princesa hasta el fin de sus días
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