Don Felipe y doña Felipa eran los esposos más dichosos del mundo. Aquella noche regresaron a la casa después de la fiesta y venían tan alegres que olvidaron cerrar la puerta de la calle.
Ya acostados se preguntaron mutuamente:
-¿Cerraste la puerta?
-Yo no-
-Yo tampoco-
Ninguno de los dos quiso bajar a cerrarla. Después de discutir amistosamente media hora después, ellos apostaron lo siguiente:
-El primero que hable, deberá bajar a cerra la puerta- y los dos se volvieron mudos; se dan mutuamente la espalda y trataron de dormir. Pero dormir es imposible.
* * *
Y así transcurrieron las horas. Entonces los vecinos se extrañaron de ver la puerta de la casa de don Felipe que estaba abierta. Ellos se preguntaron:
-¿Que le habrá pasado a don Felipe o a doña FElipa? ¿Estarán enfermos? ¿Entraron los ladrones?- y comenzaron a llamar:
-Don Felipe, doña Felipa, ¿Que les pasa?...-
ninguno de los dos quiere perder la apuesta y guardan silencio. Los vecinos llaman más fuerte y llegan más curiosos. Por la ventana se asoma uno de los vecinos y dice:
-Ahí los veo a los dos, están acostados en su cama-
Otros, abren la puerta y se dirigen a la recámara se acercan a la cama y uno de ellos les dice:
-Don Felipe, doña Felipa, ¿Estan ustedes bien?- los dos esposos siguen mudos como estatuas.
-¿Estarán muertos?-
-No, porque respiran-
-Llamemos pronto al doctor y al señor cura-
* * *
Llegaron a toda prisa los dos. El señor cura trae los santos oleos. El doctor le toma el pulso a don Felipe, luego le toca la frente a doña Felipa y le comenta al cura:
-El puldo está bien; la respiración es buena y la temperatura esta normal; no comprndo-
El cura dice: -Y sin embargo no hablan doctor, no contestan, no oyen, algo les debe de suceder-
-Claro- concluye el médico -Algo les sucedió, voy a tener que inyectarlos- saca de su maletín un jeringa y dice: -Comenzré por don Felipe- Nada más que don Felipe le tiene pánico a las inyecciones, por lo mismo se le olvida la apuesta, abre los ojos y le dice al doctor:
-Doctor, comience usted con mi esposa- doña Felipe abre los ojos y en medio del asombro de los presentes y con tono de triunfo le grita a su marido:
-Felipe, has perdido la apuesta, baja a cerra la puerta-
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