Abdul
es un niño que vive en Arabia. Arabia Saudita es un país de Asia lejana.
Si
visitáramos Arabia, veríamos que allí no nieva. No veríamos grandes edificios,
ni tampoco veríamos campos verdes. No veríamos muchos ríos. En Arabia veríamos
mucha arena y colinas rocosas. Abdul vive entre las arenas de Arabia. Se
despertó de su primer viaje en solitario hasta el pueblo más cercano. Estaba
tan feliz! Muy temprano inició el camino. Se ató las riendas alrededor del
cuello de su camello.
El
camello iba caminando lentamente por la arena, pataclop, pataclop.
Su
cara graciosa después de su largo cuello se iba balanceando. Descalzo Abdul iba
golpeando suavemente la arena. Iba vestido con un abrigo largo de lana, se
llama chilaba. Cuando el sol estaba alto en el cielo, Abdul comenzó a sentir
calor, se puso su capucha sobre la cabeza, para protegerse del sol. Pronto
sintió sed y cansancio, así que se sentó descansar. Dio unos sorbos de agua del
interior de su piel de cabra.
El
camello miró por el rabillo de sus grandes ojos soñolientos a Abdul. Su labio
inferior parecía grande sonrisa. También sentía mucho calor, pero él no
tenía necesidad de beber. Tiene suficiente agua en sus jorobas para seis
días. Esas jorobas están en la parte superior de su cuerpo. Cuando tiene
sed las bolsas se vacían en el estómago.
Es
por eso que los humanos usamos los camellos para que nos ayuden en el desierto.
¿Alguna
vez haz visto la joroba de un camello?
Mientras
Abdul estaba sentado, descansando en la arena, un niño apareció con un burro.
Cuando
vio al niño
Abdul
dijo:
-“Que
Dios te proteja”.
El
niño respondió:
-“Que
Ala guarde tu salud.”. (Esta es la forma en que los árabes inician una
conversación.)
Abdul
le dijo:
-“¿Tienes
calor y sed? ¿Quieres un poco de agua?”-
El
niño, cuyo nombre era Hammed, respondió que si, que le haría muy feliz.
-“¿Tú
vives en el pueblo?”- le preguntó Abdul. Sí, dijo Hammed.
Así
Hammed y Abdul, con su burro y su camello partieron hacia el pueblo.
-“Vivo
en una pequeña casa blanca plaza del pueblo”- dijo Hammed.
-“Y
tú, ¿Donde vives?”-
-“Yo
vivo en una tienda de campaña en el desierto”- dijo Abdul.
-“Nuestra
tienda está hecha de piel de cabra. No vivimos en el mismo lugar durante todo
el año”-
-“Viajo
con mis padres y nuestras cabras de oasis en oasis por el desierto. Aquí es
como encontramos con hierba y agua para los animales”-
-“¿Para
que llevas ese costal de leña sobre tu camello?”- Le pregunto Hammed.
-“Mi
padre me dijo que si recogía leña podría ir al pueblo a venderla en el mercado”-
-“¿Cómo
has encontrado esa leña en el desierto?”- Le pregunto Hammed, porque sabía que
no hay árboles en el desierto.
-“Hay
un pequeño arbusto en el desierto llamado Artemisa”- dijo Abdul.
-“Ese
arbusto tiene un pequeño tallo por encima de la arena, pero tiene unas largas raíces,
bajan muy, muy profundas para buscar agua. Yo he desenterrado sus raíces y las
he cargado en mi camello”-
-“Veo
que tu también llevas una carga muy pesada”-
-“Las
cestas que llevo en mi burro están llenas de aceitunas. Pasé tres días y tres
noches en el huerto de olivos para poder recogerlas”- dijo Hammed.
-“¿También
las recogías por la noche?”- preguntó Abdul, sorprendido.
-“Sí”-
respondió Hammed –“dormimos en una choza hecha de piedras y adobe. Cada día subíamos
con escaleras para llegar a las aceitunas que estaban sobre los árboles, sacudíamos
las ramas, y así las aceitunas maduras caen al suelo”-
-“¿Pero
esas aceitunas no se pueden comer?”- Preguntó Abdul. –“No”- se rió Hammed, -“Las
llevo a la almazara, para que las expriman y obtengamos aceite de oliva”-
Los
chicos se separaron al llegar al pueblo, pero dijeron que esperaban verse
pronto.
Poco
a poco fueron entrando por las estrechas calles del pueblo, Abdul se sentía muy
contento.
Para
él era una aventura. Cuando llegó a la plaza del mercado, se sentó junto a su
camello y esperó a que alguien viniera y comprara su madera. Observó los
burros, vacas, ovejas, camellos y personas que abarrotaban las calles.
Abdul
oyó de repente una voz. Miró hacia arriba. Frente a él había una mujer árabe
que lleva un vestido marrón. Abdul se levantó. Podía ver sus ojos oscuros
mirando a través de la apertura de su velo.
Ella
compró un poco de madera de Abdul. Luego se comió algunos dátiles para
almorzar. Los dátiles son los frutos de unos arboles que se llaman palmeras y
crecen en el desierto.
Abdul
estuvo sentado en la plaza del mercado, hasta que vendió toda su madera.
Entonces pensó en comprar un regalo para su madre con el dinero que había
ganado. Ató la pata delantera a su camello para que no se escapara. Busco una
joyería, y compró una cadena de tobillo de plata para su madre. Había muchos
puestos para ver en el mercado! Quería verlos todos. Paseó por las calles a la
derecha y la izquierda.
Cuando
ya estaba un poco cansado, y el cielo había tomado un color amarillo extraño.
El viento comenzó a soplar. Cada vez más fuerte, silbando. Después de unos
minutos golpeaba duramente la cara de Abdul. No podía ver nada. Sus ojos y su
boca estaban llenos de arena.
El
camello se acostó y cerró la nariz y los ojos. Abdul se envolvió su abrigo a su
alrededor y se escondió detrás del camello hasta que el viento dejó de soplar.
Luego reanudó su viaje hacia su casa. El sol se había puesto. Empezaba a hacer
frío. Su abrigo de lana pudo protegerlo del frio.
Su
madre y su padre estaban muy contentos y aliviados de verlo. Habían temido por
su vida. Su madre se puso muy contenta en cuanto Abdul la obsequió con la
pulsera de plata para su tobillo.
Abdul
y su familia cenaron cordero y bebieron leche de cabra. Comió con los dedos
como suelen hacerlo los árabes.
Abdul
estaba muy cansado cuando se tumbó en su cama de piel de oveja. Se durmió
inmediatamente y soñó que estaba de vuelta en las estrechas calles del pueblo.
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