viernes, 7 de agosto de 2015

ABDUL, EL NIÑO ÁRABE



Abdul es un niño que vive en Arabia. Arabia Saudita es un país de Asia lejana.

Si visitáramos Arabia, veríamos que allí no nieva. No veríamos grandes edificios, ni tampoco veríamos campos verdes. No veríamos muchos ríos. En Arabia veríamos mucha arena y colinas rocosas. Abdul vive entre las arenas de Arabia. Se despertó de su primer viaje en solitario hasta el pueblo más cercano. Estaba tan feliz! Muy temprano inició el camino. Se ató las riendas alrededor del cuello de su camello.

El camello iba caminando lentamente por la arena, pataclop, pataclop.

Su cara graciosa después de su largo cuello se iba balanceando. Descalzo Abdul iba golpeando suavemente la arena. Iba vestido con un abrigo largo de lana, se llama chilaba. Cuando el sol estaba alto en el cielo, Abdul comenzó a sentir calor, se puso su capucha sobre la cabeza, para protegerse del sol. Pronto sintió sed y cansancio, así que se sentó descansar. Dio unos sorbos de agua del interior de su piel de cabra.

El camello miró por el rabillo de sus grandes ojos soñolientos a Abdul. Su labio inferior parecía grande sonrisa. También sentía mucho calor, pero él no tenía necesidad de beber. Tiene suficiente agua en sus jorobas para seis días. Esas jorobas están en la parte superior de su cuerpo. Cuando tiene sed las bolsas se vacían en el estómago.

Es por eso que los humanos usamos los camellos para que nos ayuden en el desierto.

¿Alguna vez haz visto la joroba de un camello?

Mientras Abdul estaba sentado, descansando en la arena, un niño apareció con un burro.

Cuando vio al niño

Abdul dijo:

-“Que Dios te proteja”.

El niño respondió:

-“Que Ala guarde tu salud.”. (Esta es la forma en que los árabes inician una conversación.)

Abdul le dijo:

-“¿Tienes calor y sed? ¿Quieres un poco de agua?”-

El niño, cuyo nombre era Hammed, respondió que si, que le haría muy feliz.

-“¿Tú vives en el pueblo?”- le preguntó Abdul. Sí, dijo Hammed.

Así Hammed y Abdul, con su burro y su camello partieron hacia el pueblo.

-“Vivo en una pequeña casa blanca plaza del pueblo”- dijo Hammed.

-“Y tú, ¿Donde vives?”-

-“Yo vivo en una tienda de campaña en el desierto”- dijo Abdul.

-“Nuestra tienda está hecha de piel de cabra. No vivimos en el mismo lugar durante todo el año”-

-“Viajo con mis padres y nuestras cabras de oasis en oasis por el desierto. Aquí es como encontramos con hierba y agua para los animales”-

-“¿Para que llevas ese costal de leña sobre tu camello?”- Le pregunto Hammed.

-“Mi padre me dijo que si recogía leña podría ir al pueblo a venderla en el mercado”-

-“¿Cómo has encontrado esa leña en el desierto?”- Le pregunto Hammed, porque sabía que no hay árboles en el desierto.

-“Hay un pequeño arbusto en el desierto llamado Artemisa”- dijo Abdul.

-“Ese arbusto tiene un pequeño tallo por encima de la arena, pero tiene unas largas raíces, bajan muy, muy profundas para buscar agua. Yo he desenterrado sus raíces y las he cargado en mi camello”-

-“Veo que tu también llevas una carga muy pesada”-

-“Las cestas que llevo en mi burro están llenas de aceitunas. Pasé tres días y tres noches en el huerto de olivos para poder recogerlas”- dijo Hammed.

-“¿También las recogías por la noche?”- preguntó Abdul, sorprendido.

-“Sí”- respondió Hammed –“dormimos en una choza hecha de piedras y adobe. Cada día subíamos con escaleras para llegar a las aceitunas que estaban sobre los árboles, sacudíamos las ramas, y así las aceitunas maduras caen al suelo”-

-“¿Pero esas aceitunas no se pueden comer?”- Preguntó Abdul. –“No”- se rió Hammed, -“Las llevo a la almazara, para que las expriman y obtengamos aceite de oliva”-
Los chicos se separaron al llegar al pueblo, pero dijeron que esperaban verse pronto.

Poco a poco fueron entrando por las estrechas calles del pueblo, Abdul se sentía muy contento.

Para él era una aventura. Cuando llegó a la plaza del mercado, se sentó junto a su camello y esperó a que alguien viniera y comprara su madera. Observó los burros, vacas, ovejas, camellos y personas que abarrotaban las calles.

Abdul oyó de repente una voz. Miró hacia arriba. Frente a él había una mujer árabe que lleva un vestido marrón. Abdul se levantó. Podía ver sus ojos oscuros mirando a través de la apertura de su velo.

Ella compró un poco de madera de Abdul. Luego se comió algunos dátiles para almorzar. Los dátiles son los frutos de unos arboles que se llaman palmeras y crecen en el desierto.

Abdul estuvo sentado en la plaza del mercado, hasta que vendió toda su madera. Entonces pensó en comprar un regalo para su madre con el dinero que había ganado. Ató la pata delantera a su camello para que no se escapara. Busco una joyería, y compró una cadena de tobillo de plata para su madre. Había muchos puestos para ver en el mercado! Quería verlos todos. Paseó por las calles a la derecha y la izquierda.

Cuando ya estaba un poco cansado, y el cielo había tomado un color amarillo extraño. El viento comenzó a soplar. Cada vez más fuerte, silbando. Después de unos minutos golpeaba duramente la cara de Abdul. No podía ver nada. Sus ojos y su boca estaban llenos de arena.

El camello se acostó y cerró la nariz y los ojos. Abdul se envolvió su abrigo a su alrededor y se escondió detrás del camello hasta que el viento dejó de soplar. Luego reanudó su viaje hacia su casa. El sol se había puesto. Empezaba a hacer frío. Su abrigo de lana pudo protegerlo del frio.

Su madre y su padre estaban muy contentos y aliviados de verlo. Habían temido por su vida. Su madre se puso muy contenta en cuanto Abdul la obsequió con la pulsera de plata para su tobillo.

Abdul y su familia cenaron cordero y bebieron leche de cabra. Comió con los dedos como suelen hacerlo los árabes.

Abdul estaba muy cansado cuando se tumbó en su cama de piel de oveja. Se durmió inmediatamente y soñó que estaba de vuelta en las estrechas calles del pueblo.

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