Hace mucho tiempo vivía
un Príncipe en un enorme castillo, que buscaba princesa con quien casarse y
tener muchos hijitos.
Su
padre el rey hizo el anuncio que todo el reino esperaba.
–
El día del cumpleaños del Príncipe, que será dentro de catorce días y catorce
noches, la muchacha que le haga a mi hijo el mejor regalo y por tanto el que
más le guste a él, la elegirá como esposa para acabar siendo la reina de este
castillo.
La sorpresa fue
mayúscula y creó una gran expectación y alegría allá donde la noticia se
escuchaba.
Todas
las muchachas del reino, de algunas ciudades del alrededor e incluso de algunos
países extranjeros, se dieron cita el gran día del cumpleaños del Príncipe.
Los
regalos eran espectaculares, joyas, cofres repletos de oro y diamantes,
caballos traídos de Arabia, Toneles del mejor vino español y otros muchos y de
los más variados de todo el continente.
Pero
el Príncipe se fijó en un regalo que era una simple caja, a decir verdad era
una caja muy bonita de madera, pero lo que más le llamó la atención al Príncipe
fue que la caja estaba abierta y dentro no había nada, estaba completamente
vacía y por supuesto el Príncipe no entendió nada. Hizo llamar a su mayordomo y
le pidió que localizara a la muchacha que se estaba burlando de él y que su
regalo había sido nada.
Pocos
minutos después el mayordomo se presentó anunciando a la muchacha que no le
había hecho ningún regalo y por supuesto el Príncipe le preguntó:
–
Me puedes explicar porque te has querido burlar de mí no regalándome nada. Dijo
el Príncipe dándole la espalda a la muchacha.
Con
voz temblorosa la muchacha pudo decir:
–
Lo siento Príncipe, pero por el camino me encontré con tanta gente que lo
necesitaba más que usted, que lo repartí todo.
El
Príncipe solo escuchando la voz dulce de la muchacha y su grandiosa
generosidad, se dio media vuelta, se arrodilló y sin mirarle el rostro dijo:
–
No me importa como seas por fuera, porque por dentro he visto que quiero que
seas la madre de mis hijos y la reina de mi castillo y mi corazón. ¿Te quieres
casar conmigo?
–
Ella se arrodilló junto a él y por primera vez se miraron a la cara y
descubrieron lo bellos que eran y lo mucho que se amaban.
Se
besaron dulcemente y anunciaron el compromiso. Juntos repartieron todos los
regalos del Príncipe y todo el reino lo agradeció.
Fueron
muy felices y reinaron con sabiduría y justicia, hasta el final de sus días.
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