Una rica
dama romana fue a visitar a uno de los apóstoles y le dijo:
-El Dios
de ustedes actúa sin fijarse, como a ciegas y por capricho; por ejemplo, recoge
a personas que no deberían vivir. El Dios de ustedes es injusto-
El
apóstol no le contestó nada.
La invitó
a tomar asiento y le puso delante de ella un canasto de higos frescos para que
comiera algunos.
La dama
aceptó y se comió unos cuantos higos, escogiendo de los mejores.
Entonces
el apóstol terminó diciéndole:
-Usted
señora, sabe muy bien escoger; ¿Cómo puede usted creer que Dios, tres veces
santo, no sabe escoger sus cosas?-
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