Los cristianos no se diferencian
de los demás seres humanos, ni por su país, ni por su idioma, ni por sus
costumbres.
Viven como los demás, en
ciudades muy civilizadas o menos civilizadas.
Aun siguiendo las costumbres
de cada lugar, se proponen tener costumbres maravillosas e increíbles.
Cada cristiano vive en su
patria, pero como forastero.
Toman parte en todas las
actividades políticas, pero como huéspedes que van de paso.
Para los cristianos toda
tierra extranjera es patria, al tiempo que su propia tierra es para ellos
tierra extranjera.
* * *
Los cristianos, al igual que
los demás hombres, se casan y procrean hijos; pero no los matan.
Comen todos juntos; pero no
duermen todos juntos.
Utilizan y aprecian su
propio cuerpo, pero no consienten los instintos de su cuerpo.
Transcurren su vida en el
planeta tierra; pero su verdadero mundo es el cielo.
Cumplen con las leyes
humanas, pero tienen además una ley superior a las leyes humanas.
Quieren a todos, aunque
todos los persigan.
Aun perdiendo la vida por su
fe, los cristianos poseen la vida.
Aun siendo pobres,
enriquecen a todos.
Aun siendo privados de todas
las cosas, todo lo tienen hasta sobrarles.
Son despreciados, pero
precisamente en el desprecio encuentran su grandeza.
Aun siendo objeto de odio,
los cristianos bendicen.
Los judíos y los paganos,
les hacen la guerra a los cristianos; no se sabe por qué.
* * *
En una palabra, los
cristianos son para el mundo lo que el alma es para el cuerpo.
El alma vive en cada parte
del cuerpo, pero no viene del cuerpo, viene de arriba.
El alma vive encerrada en el
cuerpo; pero su destino es el cielo.
El cuerpo le hace la guerra
al alma, a pesar de que el alma quiere al cuerpo.
Aun viviendo en un cuerpo
que muere, el alma no muere.
Por tanto, lo que el alma es
para el cuerpo, eso mismo son los cristianos para el mundo.
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