La madre de Simón gritaba: -“¡No os acerquéis al canal!”- Esta
advertencia la hacía diez veces al día a las hermanas mayores de Simón, Julia y
Paula, que debían cuidar del pequeño y protegerlo.
Una mañana, mamá puso a
Simón la chaqueta y le peinó. Luego hizo lo mismo con las chicas y dijo:
-“¡Ahora recordadlo otra
vez, manteneos lejos de ese canal!”-
Simón no sabía qué era un canal. ¿Cómo iba a saberlo si nunca lo
había visto? Imaginaba que se trataba de un grande y terrorífico monstruo que
vivía en una guarida cerca del molino. A veces escuchaba sus rugidos.
Una noche oscura y ventosa lo oyó acercarse a la casa, galopando
hambriento y furioso.
Afortunadamente la puerta estaba atrancada y las cortinas
echadas.
Al día siguiente Julia y
Paula llevaron a Simón a la biblioteca.
-“Simón puede pedir
también un libro”- dijo Julia.
-“No sabe leer”-
-“Bueno, puede mirar los
dibujos”-
-“¿Qué clase de libro
quieres mirar, Simón?”-
-“Un libro sobre un canal”-
-“¡Tú y tu canal!”- suspiró
Julia.
-“No”- dijo Julia- -“No
hay más que uno sobre un canal. No te va a gustar. Es demasiado tostón”-
Simón sabía lo que era un
tostón. Había visto a su madre tostar pan en la cocina.
Quizá el canal tostaba pan con las llamas que salían de su boca.
Julia tenía razón; no le iba a gustar.
-“Encontré un buen libro
para Simón”- dijo Paula.
En la cubierta del libro
se veía a un gran dragón verde rugiendo en la orilla de un río.
Al día siguiente, la
abuelita de los niños vino de la ciudad para pasar unas vacaciones con ellos. A
la abuelita le gustaba mucho el campo.
-“Verás. Saldremos todos los
días a pasear”- le dijo a Simón.
Un día, a la hora de
comer, quedaron en que aquella tarde irían hacia el canal.
Simón pareció espantado.
Sintió como un desmayo y no pudo tragar las croquetas.
-¿No tienes miedo,
abuelita?”-
-“¿Miedo de un viejo y raquítico
canal? ¡Claro que no!”- dijo la abuelita.
-"A fin de cuentas,
el monstruo no es tan terrorífico", pensó Simón. "Quizá se está
haciendo viejo y pierde fuerzas."- Simón empezó a sentir pena por él.
Después de comer, la
abuelita y su nieto se dirigieron al molino, andando por varios caminos.
El molino se alzaba a
orillas del agua, y la fuerza de la corriente lo hacía funcionar. Simón no
tenía miedo con la abuelita a su lado.
-“¿Dónde está el canal?”- preguntó
Simón.
-“Pero... ¡si está justo delante de ti!”-
-“¿Es esto un canal?”- preguntó
Simón.
-“Bueno, es más o menos lo
mismo”- contestó Paula, creyendo que se refería al río.
-Exclamó la abuelita, apuntando con su paraguas hacia el agua.
-“iOh!”- dijo Simón-, si
no veo más que agua.
¡Entonces comprendió! ¡El
monstruo era invisible! Podía verlos a ellos, pero nadie podía verlo a él. El
monstruo murmuraba por lo bajo, hablando solo, pero no atacaba.
De vuelta a casa, mientras
merendaban, Simón dijo: -“Nunca lograrán cazarlo”—
-“¿Cazar qué, cariño?”-
-¿El canal”-
Julia y Paula se echaron a
reír.
-“¿Verdad que es gracioso,
mamá? ¿Quién querría cazar un canal?”-
"Bueno", pensó
Simón conformándose, "nadie quiere cazar al canal, ni el canal quiere
cazarnos a nosotros. ¡Mejor que mejor!"
-“Por favor, mamá, ¿puedo
tomar más bizcochos?”-
-“Claro que sí, cariño”-
Tranquilo y feliz, Simón
continuó merendando.
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