domingo, 19 de enero de 2014

EL TIEMPO Y LA ETERNIDAD



En Alejandría el faraón egipcio habia levantado enormes pirámides, obeliscos y palacios de enormes piedras, los cuales desafiaban al cielo.

Un día llegó a la ciudad un anciano de cara dulce, canoso y le ordenó al faraón: -Deja todo esto y vete-

El faraón se rió de tal orden y le preguntó: -¿Quien te crees viejo que eres, para darme esa orden? ¿Eres acaso más poderoso que yo?

El anciano le contestó: -Sí, soy más poderoso que tú, porque yo soy el TIEMPO-

El faraón palideció y cayó muerto de su trono y su imperio estuvo a punto de desmoronarse.

La misma cosa hizo el TIEMPO en Babilonia entre las imponentes torres. En Nínive entre las grandiosa murallas. En Atenas entre los famosos templos. Donde el anciano se presentaba, allí los poderosos agachaban la cabeza, morían y sus imperios se demoronaban.

Pero en Roma, un personaje frágil e indefenso entronizado en el Vaticano, no acató las órdenes del TIEMPO y se rió de sus amenazas.

-Yo soy el TIEMPO- le contesto el anciano, destructor de los imperios.

El blanco personaje del Vaticano le contestó: -Tú eres el TIEMPO, es cierto, pero yo soy LA ETERNIDAD.


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