Una joven quería hacerse monja y buscó un convento que tuviera un reglamento muy severo.
La madre superiora, para ver si la joven estaba realmente decidida, le describió con tintas fuertes la vida que debería llevar allí dentro y por eso le dijo:
-Hija mía, aquí tendrás para ti solamente un cuartito sin adornos, y no la lujosa recámara que tienes en tu casa- entonces la joven le preguntó:
-¿Y en ese cuartito habrá un Cristo?-
-Eso sí, tendrás un Cristo. Deberás, además conformarte con una comida escasa y desabrida, en nuestro comedor sufrirás mucho-
-Madre, ¿Y en el comedor hay un Cristo?-
-Si también en el comedor hay un Cristo-
-Entonces admítame Madre,, por favor quiero estar en este convento-
-Fíjate bien; aquí cada religiosa debe acusarse de sus faltas frente a las demás religiosas en la sala de reuniones-
-Oiga Madre. ¿Y en esa sala hay un Cristo?-
-Claro que hay un Cristo. Ya te lo dije, a Cristo te lo encuentras aquí dondequiera-
-Entonces Madre- concluyó la joven -Admítame usted en su convento; todo problema tendrá solución ya que yo quiero a Cristo y tengo la intención de no cometer faltas dentro de esta casa, yo se que Cristo me quiere aquí-
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