domingo, 23 de febrero de 2014

EL CRISTO DEL TRIGAL



Eulogio era un campesino muy pobre. Tenía a su esposa y a su hija y para mantenerlas cultivaba una pequeña parcela con trigo.

Aquel año, los saltamontes devoraban las cosechas y Eulogio vio con terror como la plaga amenazaba también su parcela.

Entonces fue a su parroquia y ante el Cristo del Trigal, de rodillas ante esta imagen, suplicó muchas veces, que los saltamontes no entraran en su parcela.

El Señor no atendió a las súplicas de Eulogio y la cosecha se perdió y llego el hambre. El campesino le rogaba al Señor:

-Mi Señor, tu nos has dado salud y trabajo, protege mi cosecha- Pero la parcela murió bajo los embates de la plaga.

*   *   *
Al poco tiempo cayó enferma la esposa de Eulogio y se puso muy grave.

El campesino corrió de nuevo al templo y ante el Cristo del trigal decía sollozando: -Salva su vida Señor, devuélvele la salud a mi esposa... que mi hija no se quede sin madre- 

Tampoco esta vez el Cristo del trigal escuchó las súplicas del campesino y a los pocos días la esposa de Eulogio murió, dejando solo al esposo y huérfana a la niña.

*   *   *
A las pocas semanas la niña manifestó la misma enfermedad que la madre. Eulogio más angustiado que nunca corrió de nuevo a la parroquia y a los pies del Cristo del Cristo del trigal decía: -Señor ¡Salva a mi hija! soy anciano y ya estoy solo. Señor, que voy a hacer sin mi hija-

Eulogio volvió a su casa y acercándose a la cama, vio que la niña estaba inmovil. Le tocó la frente y estaba fría. Le tocó suavemente su pecho y el corazón ya no latía.

El campesino hizo con las tablas de su cama un ataúd y el mismo enterró a su hija junto a la madre.

Volviendo a su choza iba pensando: "He perdido mi cosecha, perdí a mi esposa y mi niña murió y veo que el Señor no quiere que yo le pida nada... y nada le pediré"

*   *   *
Todos los días después de sus labores, Eulogio iba al santuario y se hincaba a los pies del Cristo del trigal, Bajaba la cabeza y con lágrimas en los ojos le decía al Cristo. -Igual como dijiste Tú: "Que no se haga lo que quiera yo, sino lo que quieras Tú"- Y sin pedir nada solo repetía:

-Señor... aquí está Eulogio-

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