Los cuatro Magos escudriñaron el cielo. Esperaban ver una estrella y finalmente la vieron.
Había nacido el Mesías. Entonces hicieron los preparativos para el largo viaje.
Entonces sus gentes les decían: -Son puras imaginaciones, ustedes no encontrarán nada-
Otros les aconsejaban: -Sean ustedes sabios, antes de emprender un viaje tan largo, tomen todos los iformes-
Otros más opinaban: -¿Para que ir en persona? mejor envíen un mensaje o una carta de bienvenida para ese niño-
* * *
Pero los cuatro Magos emprendieron el viaje. Fue largo, difícil y riesgoso. Cruzando el gran desierto, cada noche se reanimaban mirando y siguiendo la estrella.
Pero al final, sólo tres Magos llegaron a Belen. Arrodillados a los pies de Jesús, le ofrecieron: Incienso, oro y mirra. Oro porque Jesús era rey. Incienso porque era Dios y Mirra porque Jesús iba a amrnos hasta morir por nosotros en la cruz.
A cambio de de los dones que recibieron y el largo viaje que hicieron los tres reyes magos se sintieron inundados de felicidad. Esto por lo que respecta a los tres reyes magos que llegaron hasta Belén.
Y el cuarto Mago ¿Que le sucedió?
* * *
Cuentan que en el gran desierto, este cuarto Mago se extravió por alejarse de los otros tres compañeros.
Largo tiempo dio vueltas y vueltas entre las dunas hasta que perdió las esperanzas de llegar a ver al Mesías.
Una tarde se encontró con un pequeño niño beduíno perdido y que andaba desamparado en el desierto y le dio todo lo que traía incluyendo lo que estaba destinado como regalos para el niño Jesús.
Al cabo de treinta años, el cuarto Mago llegó por fin a Jerusalén.
Reconoció al Mesías en la persona de Jesús que arrastraba la cruz hacia el calvario. Se arrojo a sus pies y llorando le suplicó: -Señor, perdóname, he llegado tarde y con las manos vacías para adorarte...-
Jesús, azotado, coronado de espinas, escupido y agotado por el peso de la cruz, le contestó:
-Te perdono el haberte extraviado, pero no me digas que llegas tarde, pues tu fuiste el primero de los cuatro Magos que me encontró y me entregó sus dones. Cuando Yo, era un niño beduino, andaba solo y desamparado en el desierto, tu me socorriste-
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