Era
otoño, y Bobby y Betty estaban rastrillando hojas. Bobby llevaba un rastrillo
largo, y Betty una cesta.
Cuando
la cesta estaba llena, la pusieron en la nueva carretilla de Bobby, y la
empujaron. Bobby echó la cabeza para atrás y empezó a hacer cabriolas. “Soy
Prince”, dijo.
Prince
era el caballo grande del abuelo. “Yo soy Nellie”, dijo Betty. Nellie era el
pequeño caballo de montar del abuelo. ¡Qué bien lo pasaron! Por fin acabaron de
recoger todas las hojas.
Betty
dejó su cesta. Mamá los estaba llamando. Había invitado a sus amigos a tomar el
té, y les había prometido que podían ayudar.
Bobby
llevó muy cuidadosamente una taza para cada invitado.
Betty
también quería ayudar, así que mamá le dejó que llevara una fuente con
pastelitos helados. “¡Menudos ayudantes tan buenos tienes!”, dijo todo el
mundo.
Historias
de Bobby y Betty Bobby es un niño muy alegre y muy fuerte. Betty es su hermana
pequeña.
Tiene
una carita sonriente y feliz, como Bobby, pero por lo demás no se parecen en
nada.
Bobby
tiene el pelo oscuro y los ojos marrones, mientras que Betty tiene la piel
clara y el pelo rubio.
Bobby
tiene siete años y medio y Betty solo seis.
Bobby
está muy orgulloso de su hermana pequeña, y dice que ella es capaz de jugar
casi tan bien como un niño. Bobby y Betty lo pasan genial juntos.
¿Te gustaría escuchar algunas
de sus historias?
Todas
las mañanas Bobby y Betty compiten para ver quién se viste antes. Una mañana,
cuando Bobby se despertó, fue a levantarse. Entonces, se quedó muy quieto en la
cama.
Quería
escuchar y ver si Betty estaba también despierta.
Quizás
pudiera vestirse antes de que ella se despertara. Entonces, se sentó sin hacer
ruido, pero Betty ya estaba despierta, ¡y se levantaron corriendo los dos a la
vez! ¡Menuda prisa se dieron! Bobby se estaba atando los cordones y Betty se
estaba cepillando los dientes cuando escucharon un ruido raro en la puerta.
¿Qué
podía ser? Betty dejó el cepillo y corrió para descubrirlo. Adivinad quién
estaba ahí, moviendo la colita de alegría.
¡Era
Laddy, su perro! “¡Oh!”, dijo Bobby. “¿También quieres que te lavemos la cara?”
Entonces llegó mamá. “Lo veis”, dijo, “él sabía que ya era hora de que os
levantarais”.
Betty
corrió hacia mamá para que le abrochara el último botón. “Has ganado, Bobby”,
dijo. Y tiró de las orejas de Laddy. “Pero habría ganado yo, si no te hubiera
dejado entrar, perro travieso”, dijo.
A
Bobby y a Betty les encantaba jugar a profes. “Jo”, dijo Betty, “una clase de
uno es muy muy pequeña. Me encantaría que hubiera alguien más, Bobby”. Bobby
estaba en la ventana. “Date la vuelta tres veces y tu deseo se cumplirá”, dijo.
Betty corrió hacia la ventana. Ruth y Jimmie subían por el camino. Betty salió
corriendo a su encuentro. “¿Os podéis quedar toda la tarde?”, les preguntó.
Ruth respondió que sí.
“Ahora
podemos jugar a profes”, dijo Bobby. “Y tú puedes ser la profesora, Ruth”,
añadió Betty.
Gustaría
conocer la historia de la fiesta del sexto cumpleaños de Betty? Por supuesto,
Ruth y Jimmie estaban invitados, y Alice, Jean, Fred y Tommy. A las dos en
punto Betty estaba en el recibidor, esperando para abrir la puerta. ¿Quién
llegaría primero? Se preguntaba si las invitaciones se habrían perdido en el
correo.
Parecían
tan pequeñitas en ese buzón tan grande… Bobby también estaba muy emocionado,
pero intentaba fingir que no. Él tuvo una fiesta cuando cumplió cinco años, así
que, sabía cómo iba a ser.
Por
fin había llegado todo el mundo y Betty pudo abrir sus regalos.
Lo
pasaron de maravilla, casi como en Navidades. ¡Y qué rápido pasó el tiempo!
Parecía que acababan de empezar a jugar cuando mamá los llamó para comer la
tarta. Ruth contó las velas. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis. “Sí”, dijo
Betty. “Papá dice que son cinco dedos y un pulgar”.
Finalmente,
los niños comieron y la fiesta se acabó. Betty estaba un poco triste. Bobby le
dijo: “No te preocupes. Tendrás otro cumpleaños el año que viene”.
“¡Vivaaa!
¡Vivaaa! ¡Vivaaa!” Betty y Bobby daban palmas y bailaban por la habitación. ¿A
que no adivinas por qué estaban tan contentos? Era por una carta que mamá les
había leído del tío Bob.
El
tío Bob era su tío más joven y simpático, y conocía los mejores juegos e
historias. El nombre de Bobby era por él.
Había
estado viajando, pero ya iba a volver a casa. No podían esperar para verlo.
“¿Cuándo vendrá, mamá?”, preguntó Bobby. “El miércoles”, dijo mamá.
Era
lunes por la mañana. Betty deseó poder saltarse el martes de esa semana. Mamá
continuó leyendo. “Escuchad lo que dice el tío Bob: He estado tanto tiempo
fuera, que supongo que Bobs y Betsy ya están muy mayores, pero espero que no
sean demasiado mayores para que les gusten los regalos que les he comprado”. El
miércoles se levantaron muy pronto y fueron corriendo a desayunar.
No
se lo podían creer. ¡El tío Bob ya estaba allí! Y tenía una gran caja para cada
uno. Una muñeca y unos platos verdes y blancos para Betty, y una pelota de
béisbol, un tren y un arco con flechas para Bobby. ¡Era estupendo que el tío
Bob hubiera vuelto! Y lo mejor de todo, pronto vieron que traía mejores
historias que nunca.
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