Mi padre era ingeniero en la
región lagunera y tenía muchas obras en construcción. Estaba construyendo la
casa de un ranchero muy rico en la colonia Nuevo Torreón y vi como llegó ese
señor a su casa en construcción y se hizo de palabras con el peón del albañil.
El ranchero se dejó llevar por la cólera y agarró una piedra y se la tiró al
peón, pero no le pegó.
Este peón tomó la piedra y
la guardó. Pensó: -“Ya llegará el día en que yo pueda devolverle esta piedra a
ese ricachón, sin miedo al poder que tiene ahora”-
Con el tiempo, el agricultor
perdió su cosecha de algodón y trigo, y quedó reducido a la miseria.
Un día pasó frente a la casa
del peón de albañil y se dispuso a arrojarle la piedra que con tanto celo
guardó para su venganza.
Pero dominando su coraje, se
dijo: -“Ahora estoy convencido que no se debe de responder al mal con el mal.
El ranchero fue rico y poderoso y ahora está más pobre que yo. Por eso no debo
de tirarle la misma piedra”-
Y al decir esto, dejó caer
la piedra, y prefirió darle un pedazo de pan, al que creyó su enemigo.
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