Una vez vi en mi pueblo una gran discusión.
Dos niños, Luis y Roberto, se encontraron una cuerda
vieja en la calle. Y comenzaron a discutir por la posesión de aquella
insignificancia alterando con sus gritos a toda la cuadra.
Luis tenía agarrada la cuerda por un extremo y Roberto
por el otro y ambos se esforzaban a fuerza de tirones, ser el dueño de la
cuerda.
Tantas veces tiraron y con tal fuerza que la cuerda se
rompió, y los dos niños, al mismo tiempo rodaron por el fango.
Y al pasar yo por el lugar les dije:
-“Esto es lo que sucede por las personas que discuten.
Comienzan haciendo un gran ruido y se entregan a una discusión violenta por una
cosa de nada, ¿Y al fin para que? Lo único que consiguen es cubrirse de
vergüenza de la misma manera que ustedes y terminan en el fango”-
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