Amadeo
era un majadero. No le caía bien a nadie.
Un
día llegó corriendo al almacén del pueblo, gritando y presumiendo de ser muy
listo.
-“Cazaré
todos los animales de la montaña”- dijo riéndose –“Entonces todos querréis
invitarme, abrazarme y sacarme fotos”-
-“¿Acaso
te has comprado un fusil nuevo, Amadeo?”- le preguntó alguien.
-“Nooo…”-
respondió. –“Con mi navaja y un pedazo de madera me hice una flauta; eso es
todo”-
Todos
se rieron, imaginándose a Amadeo en las montañas, tocando música para los
animales salvajes.
Amadeo
miró indignado a su alrededor.
-“Cuando
soplo en esa flauta, puedo imitar el sonido del animal que quiera: ciervos,
leones, osos…”-
-“Farolero…”-
gritó uno.
Amadeo,
enfadado, salió del almacén y se marchó a las Montañas Nubladas con comida
abundante, su flauta y una escopeta.
Dicen
que penetró en un bosque de robles y con la flauta imitó el sonido de un
ciervo.
En
efecto, un cervatillo rojo lo oyó y salió de entre los árboles. Con mucha
calma, Amadeo cargó el arma y apuntó.
¡BANG!,
disparó, pero erró el tiro.
El
ciervo no fue el único animal que oyó la llamada de su flauta. Un gran gato
montés se acercó por entre los árboles, relamiéndose al pensar en el ciervo que
se comería para cenar. Y al ver al viejo Amadeo se alegró todavía más; le
mostró todos los dientes con su amplia sonrisa.
La
escopeta de Amadeo estaba descargada. Rápido como un rayo, sopló en la flauta,
imitando la llamada de un león. El gato montés se asustó tanto que salió
corriendo por el bosque, como si le persiguiera un verdadero león.
Entonces,
por entre los árboles apareció un gran león hambriento pensando que su pareja
le llamaba porque había encontrado algo suculento para comer. Cuando vio al
viejo Amadeo, sonrió mostrándole todos los dientes.
Veloz
como el rayo Amadeo tocó la flauta para imitar el sonido del oso pardo. El león
se asustó tanto que huyó a través del bosque, como si lo persiguiera un
verdadero oso pardo.
El
león no fue el único que escuchó la llamada del oso. Un gran oso pardo que se
sentía muy solo la oyó y apareció por entre los árboles, con su gran corazón
pardo lleno de amor.
Pero
no encontró a su novia. Allí sólo estaba Amadeo. Sin embargo, sonrió
mostrándole todos los dientes, y… ¡se lo comió de un solo bocado!
Amadeo
siempre fue incauto y majadero, hasta el final.
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