En
los viejos tiempos, aquí en Shi-eh-whíb-bak,
vivía un joven cuyo nombre era T'hur-hlóh-ah, la
Flecha del Sol. No era un Tiwa, sino un Ute, pero había sido adoptado por
los Tiwas durante una guerra cuando era un niño.
Los
guerreros lo llevaron a la aldea y una abuela muy pobre lo adoptó como hijo
propio y lo crió y lo amó mucho, y le enseñó las labores de un hombre.
Ya
siendo un joven, era un cazador talentoso, pero era de corazón tan bondadoso
que amaba a los animales como hermanos, y todos los animales lo amaban a él.
Cuando salía a cazar, abandonaba su primera presa para que la comiesen sus
amigos animales.
A
veces era Kim-i-deh, el
rey de las cuatro patas, quien llegaba a disfrutar el festín que Flecha del Sol
le había preparado; otras veces era Kahr-naí-deh,
el Tejón, quien es el más hábil cavando, y quien les había enseñado a los
antiguos a hacer sus cavernas; otras veces eran los animales pequeños. Y todos
estaban agradecidos con él, ya que nadie más que él se tomaba el trabajo de
alimentarlos.
La
Abuela de Flecha de Sol jamás dejaba que él fuera a la guerra, temiendo
por su vida. Esto causaba la risa de todos los demás muchachos, ya que nunca
había tomado la “sagrada corteza del roble”.
Y
mientras los otros bailaban en ronda, él debía permanecer parado, solo. Él
estaba muy avergonzado y había jurado que probaría ser un hombre; y tomando
secretamente su arco, flechas y su cuchillo-trueno, salió una noche solo y
cruzó las Montañas Pluma de Águila.
Por
ese entonces siempre había constantes guerras con los Comanches, quienes vivían
en las planicies. Muchas veces cruzaban las montañas y atacaban a los Isletas
por las noches, matando a muchos.
Su
jefe era P'i-kú-i-fa-yíd-deh,
Cabellera Roja, el hombre más alto, fuerte y valiente de todos. Durante muchos
años, todos los guerreros de Isleta habían tratado de matarlo, ya que era el
principal jefe guerrero. Pero él mataba a todo el que se le acercase.
Él
era muy valiente y pintaba su cabellera roja con páh-ri, para que lo reconocieran desde lejos. Y dejaba su
cabellera larga y bien trenzada, para que sus enemigos pudieran agarrarla bien.
En
la montaña Flecha del Sol se topó con este gran guerrero, y con la ayuda de
Anciana Mujer Araña, lo mató y tomó su cabellera. Cuando el pueblo de Isleta
vio volver a Flecha del Sol, los jóvenes comenzaron a reírse y decir:
-“¡T'hur-hlóh-ah ha ido a pelear
una guerra contra los conejos!”-
Pero
cuando llegó a la plaza, sin decir palabra, y todos vieron esa “corteza de
roble” que todos conocían, comenzaron a gritar:
-“¡Vengan
a ver! ¡Aquí está Flecha del Sol, de quien se rieron, y ahora trae la corteza
de Cabellera Roja, quienes los más valientes han tratado en vano de matar!”-
Luego
de llevar la cabellera ante el Cacique, bailaron en ronda la Danza de
las Cabelleras. Y luego de los días de purificación, Flecha del Sol fue
nombrado el guerrero más valiente de los Tigua y el segundo jefe después del
Cacique. Todos los que tenían hijas lo miraban con buenos ojos, y todas las
muchachas querían casarse con este valiente guerrero.
Pero
él no tenía ojos más que para la hija menor del Cacique, a la que amaba. Una
vez que la abuela hubo hablado con el Cacique y acordado con él, unieron a los
dos jóvenes y les dieron de comer el maíz matrimonial, a Flecha del Sol una
mazorca de maíz azul y a ella una mazorca de maíz blanco, ya que el corazón de
las doncellas es más blanco que el de los hombres.
Cuando
los dos hubieron comido cada grano del maíz crudo, los ancianos anunciaron:
-“¡Muy
bien! Ambos se aman. Ahora, que corran la carrera matrimonial”-
Todo
el pueblo se reunió allí donde fueron quemadas las cenizas de los malignos que
fueron quemados cuando en Niño Antílope ganó su carrera. Y los ancianos
marcaron la ruta de casi cinco kilómetros hasta la sagrada colina de arena
junto al Kú-mai. Cuando
dieron la largada, Flecha del Sol y su esposa salieron corriendo como dos
jóvenes antílopes, uno junto al otro. Hasta el Sitio de la Campana fueron
y volvieron, y cuando llegaron de vuelta donde aguardaba el pueblo, gritaron:
-“¡Muy
bien! ¡I-eh-chah ganó su
esposo, y siempre será honrada en su hogar!”-
Así
cumplieron con los rituales ceremoniales del casamiento, y el Cacique los
bendijo. Construyeron una casa junto a la plaza, y se le entregaron unas
tierras a Flecha del Sol para que cultivara.
Pero
entre las muchachas había una que no perdonaba a Flecha del Sol por no
escogerla, y por dentro planeaba vengarse de él. Así que fue en busca de una
Mujer Araña y le pidió:
-“¡Abuela,
ayúdame! Este hombre me ha despreciado, y ahora lo pagará”-
La
Mujer Araña confeccionó un bastón de reso embrujado con plumas del
pájaro carpintero, habló con los espíritus, y luego le dijo a la muchacha:
-“Muy
bien, hija, yo te ayudaré. Llévate este Sapo, y entiérralo en el piso de tu
casa, de esta manera, y luego invita a T'hur-hlóh-ah a tu casa”-
La
muchacha hizo el agujero en su casa y enterró a P'ah-fu-i-deh, el Sapo. Luego se dirigió hasta Flecha del Sol y
le dijo:
-“Amigo T'hur-hlóh-ah, ven a mi casa un segundo
que tengo algo para decirte”-
Pero
cuando Flecha del Sol se sentó en su casa con los pies cerca del hoyo en el
piso, el sapo repentinamente creció y creció y se comenzó a tragarlo. Flecha
del Sol pateó y luchó, pero no pudo hacer nada, y en un segundo ya tenía las
rodillas dentro de su boca. Llamó a los gritos a su esposa, y todo el pueblo
Tiwa llegó corriendo con ella.
Cuando
lo vieron en esa situación, entristecieron. I-eh-chah lo tomó de una mano y su abuela de la otra, y
todos trataron de ayudarlo. Pero unidos no podían con la fuerza del Gran Sapo.
Siguió tragándolo hasta que solo le quedaba medio cuerpo afuera. Entonces
Flecha del Sol dijo:
-“Vete,
esposa. Váyanse todos, porque es en vano. Váyanse de aquí, porque no me verán
más. Y recen a los Verdaderos para que me ayuden”-
Todos
salieron, lamentándose enormemente.
En
ese momento apareció Shi-íd-deh,
el Ratón de la Casa, saliendo de su agujero. Y viendo a Flecha del Sol, se
acercó y le dijo entre lágrimas:
-“¡Oh,
amigo Flecha del Sol! Tú has sido como un padre para todos nosotros. Tú nos has
alimentado y has demostrado ser valiente. No mereces que te suceda esto. Y
nosotros, por quienes te has preocupado, ¡te ayudaremos!”-
Entonces Shi-íd-deh salió de la casa y
buscó al Perro, y le contó lo que sucedía. Y Kui-ah-níd-deh, quien poseía una gran voz, salió a las
planicies, llamando a todos los animales, quienes llegaron corriendo desde
todas direcciones. Muy pronto los pájaros y los cuatro patas se reunieron en
consejo en el cuarto donde estaba Flecha del Sol. El León Montañés era el jefe,
y cuando los hubo escuchado a todos, dijo:
-“Ahora,
cada tribu que elija al más joven y fuerte para ayudar a aquel que nos ha
alimentado, porque no podemos dejarlo que muera”-
Una
vez que cada especie de los que caminan o vuelan eligió al más fuerte, Kim-i-deh los fue llamando por
sus nombres para que intentaran ayudarlo por turnos.
-“¡Ku-ah-raí-deh!”- llamó al Azulejo de
las montañas, quien se acercó a Flecha del Sol, a quien el gran Sapo ya había
tragado hasta las axilas.
Flecha
del Sol tomó su cola con las dos manos y voló con todas sus fuerzas, sin
importarle el dolor que le causaba, hasta que su cola se desprendió. Pero
Flecha del Sol no se movió ni un pelo.
Luego
fue el turno del jefe Ku-íd-deh,
el Oso. Le dio su cola a Flecha del Sol para que la tomase, y contó hasta tres
y tiró con todas sus fuerzas hasta que su cola se desprendió, pero Flecha del
Sol siguió sin salir de la boca del gran Sapo.
Luego
fue el turno del Coyote.
-“Mis
orejas son más fuertes”- dijo, aunque lo hizo de cobarde, por miedo a perder su
bella cola, de la cual estaba orgulloso.
Le
dio sus orejas a Flecha del Sol para que las tomara y comenzó a tirar hacia
atrás. Pero pronto cedió por el dolor y se detuvo cuando sus orejas se
estiraron.
-“Ahora
es tu turno, Kahr-naí-deh”-
dijo el León Montañés.
Y
el Tejón se acercó a probar. Primero cavó alrededor de Flecha del Sol y luego
le dio su cola para que la tomara. Contó hasta tres y tiró con todas sus
fuerzas, hasta que su cola se desprendió, y Flecha del Sol se movió un poco.
Pero el Tejón no temía al dolor, y dijo:
-“Déjenme
probar de nuevo, Kah-Báy-deh,
jefe”-
-“¡Muy
bien!”- dijo el León Montañés, -“que así sea”-
Entonces
el Tejón cavó otra vez y le dio lo que le quedaba de su cola a Flecha del Sol.
Esta vez consiguió moverlo otro poco. Pero el pedacito de cola se le escapó de
las manos, porque había quedado muy corta.
-“Agárrate
de mí”-, dijo el Tejón, cuando cavó por tercera vez.
Flecha
del Sol tomó su cuerpo por detrás de sus patas traseras. Y por tercera vez Kahr-naí-deh tiró con tanta
fuerza que esta vez arrastró a Flecha del Sol fuera de la boca del Sapo. En ese
momento, todos los animales se lanzaron sobre el Sapo malvado y lo mataron. Y
Agradecieron a los Superiores por la liberación de su amigo.
Luego
de la oración, Flecha del Sol agradeció a los animales, uno por uno, y al
Azulejo, al Oso y al Tejón les dijo:
-“Amigos,
¿cómo puedo agradecerles lo que han sufrido por mí? ¿Cómo puedo retribuirles su
ayuda, y por sus colas que perdieron?”-
Pero
al Coyote no le dedicó ni una sola palabra. Luego habló el Tejón:
-“Amigo T'hur-hlóh-ah, en cuanto a mi,
siempre me has ayudado. Me has alimentado, y has sido como un padre. No
necesito pagarte por la cola que he perdido”-
Y el Oso y el Azulejo contestaron lo mismo.
Flecha del Sol les agradeció enormemente, y cada uno
se marchó a sus hogares. Flecha Larga se dirigió a la casa medicinal en donde
los Tigua bailaban e invocaban la ayuda de los Verdaderos para salvarlo, y al
verlo entrar, su esposa corrió a abrazarlo y todo el pueblo agradeció a los
Verdaderos.
Flecha del Sol les contó lo sucedido. El jefe
hombre medicina miró dentro del cántaro mágico y vio a la muchacha vengativa
pagarle a la Mujer Araña. Y los Cum-pah-whít-la-wen,
los Guardianes armados de la casa medicinal, salieron con sus arcos y flechas y
trajeron a la muchacha. Recibió el castigo que se le da a los que andan “por el
camino del mal”. En cuanto a la Mujer Araña, ya estaba arrepentida y
llena de vergüenza por sus actos, porque sabía todo lo que había sucedido.
Luego
de un tiempo, su suegro, el Cacique, murió. Y Flecha del Sol fue nombrado
Cacique de la tribu. Y lo fue durante muchos años, auspiciando bienestar entre
su pueblo con su gran sabiduría.
En
cuanto al Oso, al Tejón y al Azulejo, nunca fueron con los hombres medicina de
sus tribus para que hicieran crecer nuevamente sus colas, ya que era prueba de
la valentía que habían tenido para con Flecha del Sol. Y hasta el día de hoy
tienen colas cortas y son honrados por todos los animales y por los Verdaderos
Creyentes.
Pero Tu-wháy-deh, el cobarde Coyote que no
quiso lastimarse, es el hazmerreír de los animales porque no puede echar sus
orejas para atrás como el resto de las bestias, sino que siempre permanecen
paradas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario