Un día Tu-wháy-shur-wi-deh, el Pequeño Zorro
Azul vagaba cerca de un pueblo y llegó a una ladera donde había muchos cuervos
saltando por doquier. En ese momento, el Coyote, hambriento, pasaba cerca de
allí. Aún a cierta distancia, se dijo:
-“¡Ay, cómo
me cruje el estómago! Me comeré a ese Pequeño Zorro Azul”- y al acercarse a él,
le dijo: -“Pequeño Zorro Azul, ya me has causado suficientes problemas. Por tu
culpa los perros y los hombres me persiguen, y ahora por eso me las pagarás.
¡Te comeré ahora mismo!”-
-“No, amigo
Coyote”- le contestó el Pequeño Zorro Azul, -“¡No me comas! Estoy aquí cuidando
estas gallinas; hay una boda en una casa de allí, que pertenece a mi amo. Estas
gallinas son para la cena de la boda. Muy pronto vendrán por ellas y me
invitarán a comer; y tú puedes venir conmigo”-
-“Está bien,
no te comeré”- le dijo el Coyote. -“Pero te ayudaré a cuidar estas gallinas”- y
se sentó junto a él.
Esto era un
problema para el Pequeño Zorro Azul, que pensaba cómo escapar del Coyote.
Finalmente se le ocurrió:
-“Amigo Tu-wháy-deh, me resulta extraño que
aún no hayan venido a buscar las gallinas. Tal vez se hayan olvidado. Creo que
será mejor que vaya a la casa a ver que están haciendo los sirvientes”-
-“Está
bien”- le contestó el Coyote. -“Ve y yo me quedo cuidando las gallinas”-
El Pequeño
Zorro Azul salió para la casa, pero al pasar una pequeña colina, comenzó a
correr a toda velocidad. Luego de un rato, al ver que no volvía, el Coyote
pensó:
-“Ya que se
fue, me comeré una de las gallinas”-
Y
arrastrándose hasta el era, dio un gran salto. Pero las gallinas eran en
realidad cuervos y salieron volando. Comenzó a maldecir al Pequeño Zorro Azul
por haberlo engañado, y comenzó a seguir su rastro, diciendo:
-“Cuando lo
atrape lo comeré”-
Luego de
mucho caminar, alcanzó al Pequeño Zorro Azul, y muy enojado, le dijo:
-“¡Te tengo!
Ahora te comeré”-
Pero el
Pequeño Zorro Azul fingió un gran entusiasmo y le dijo:
-“¡No, amigo
Coyote! ¿No oyes el tambor?”-
El Coyote se
puso a escuchar y oyó el tambor en el pueblo.
-“Bueno”-
dijo el Pequeño Zorro Azul, -“Estoy convocado para danzar, y muy pronto vendrán
a buscarme para ir. ¿No quieres venir tú también?”-
-“Si es así,
no te comeré. Pero iremos a danzar”-
Y el Coyote
se sentó y comenzó a peinarse el pelo y a pintarse la cara. Pero luego de un
tiempo, al ver que nadie venía, el Pequeño Zorro Azul exclamó:
-“Amigo
Coyote, me parece extraño que no hayan venido por mí. Será mejor que suba a
aquella colina desde donde puedo echar un vistazo al pueblo. Tú espérame aquí”-
-“No se
atreverá a engañarme de nuevo”- pensó el Coyote, y le contestó: -“Está bien,
pero no olvides avisarme”-
El Pequeño
Zorro Azul subió la colina, y no bien desapareció de la vista del Coyote,
comenzó a correr por su vida.
El Coyote
esperó durante un buen rato, y cuando se cansó, subió a la colina, pero allí no
había nadie. Se enojó mucho y exclamó:
-“¡Lo
seguiré y me lo comeré! ¡Esta vez no podrá salvarse!”-
Y
encontrando su rastro, comenzó a seguirlo tan rápido como un pájaro.
Cuando el
Pequeño Zorro Azul estaba por unos altos acantilados, miró hacia atrás y vio al
Coyote bajando por una colina. Se paró sobre sus patas traseras y puso sus
patas delanteras sobre el acantilado, y comenzó a gruñir, como si estuviera
excitado. Un momento después, llegó el Coyote, muy enojado, y le dijo:
-“¡Ahora no
te escaparás! ¡Te comeré ahora mismo!”-
-“Oh, no,
amigo Tu-wháy-deh”- le
contestó, -“Es que vi que este acantilado se iba a caer y vine a sostenerlo. Si
lo suelto, se caerá y nos matará a los dos. Ven y ayúdame a sujetarlo”-
El Coyote se
paró y empujó el acantilado con sus patas delanteras con todas sus fuerzas. Y
así quedaron, uno al lado del otro. Luego de un rato, el Pequeño Zorro Azul le
dijo:
-“Amigo Tu-wháy-deh, hace mucho ya que
sostengo este acantilado, y estoy muy cansado. Tú has estado menos tiempo.
Sostén tú solo mientras voy a buscar un poco de agua para los dos; pronto
tendrás sed. Hay un lago del otro lado de esta montaña. Iré a tomar un poco de
agua, y volveré para que vayas tú mientras yo sostengo el acantilado”-
El Coyote
estuvo de acuerdo, y el Pequeño Zorro Azul corrió del otro lado de la montaña
hasta el lago, al momento en que salía la luna.
Pero pronto
el Coyote estuvo cansado y sediento, ya que sostenía el acantilado con todas
sus fuerzas. Finalmente exclamó:
-“¡Ay, qué
difícil que es sostener esto! Tengo tanta sed, que iré al lago, aunque
muera”-
Comenzó a
soltar el acantilado muy despacio, hasta que solo lo sostenía con las uñas. Dio
un gran salto hacia atrás. Y corrió tan rápido como pudo a una colina. Pero
cuando miró hacia atrás y vio que el acantilado no se había caído, se enojó
muchísimo y juró comerse a Tu-wháy-shur-wi-deh en
cuanto lo atrapara.
Siguiendo su
rastro, llegó al lago, donde el Pequeño Zorro Azul yacía en la orilla, aullando
como si estuviera excitado:
-“¡Ahora
mismo te comeré!”- gritó el Coyote. Y el otro le contestó:
-“¡No,
amigo, Tu-wháy-deh, no me
comas! Estaba esperando a que llegue alguien que pudiera nadar tan bien como
vos. Acabo de comprarle un queso a un pastor para compartir contigo, pero
cuando fui a tomar agua, se me cayó al lago. Ven aquí que te mostraré”-
Y llevó al
Coyote al borde de una parte elevada de la orilla y le mostró la luna reflejada
en el agua.
-“¡Mm!”-
exclamó el Coyote, famélico. -“Pero, ¿cómo llegaré hasta él? Está en el fondo
del lago. No podré hundirme para llegar hasta él”-
-“Es cierto,
amigo”, le contestó el Pequeño Zorro Azul. “Pero hay una manera. Podemos atar
algunas piedras a tu cuello para hacerte pesado y que llegues hasta el fondo”-
Buscaron
alrededor hasta que encontraron una tira de cuero y varias piedras, y el
Pequeño Zorro Azul las ató al cuello del Coyote mientras levantaba su mentón.
-“Amigo Tu-wháy-deh, ven a la orilla y
prepárate. Te tomaré por atrás y contaré ‘wim, wi-si, p’áh-chu’, y cuando diga tres, debes saltar y yo te
empujaré, porque estás muy pesado”-
Tomó al
Coyote por la nuca y abalanzándolo, contó. Y al decir -“¡p’áh-chu!”- lo empujó fuerte y el Coyote saltó al agua y nunca
volvió a salir.
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