sábado, 16 de mayo de 2015

EL PEQUEÑO ZORRO AZUL Y EL COYOTE



Un día Tu-wháy-shur-wi-deh, el Pequeño Zorro Azul vagaba cerca de un pueblo y llegó a una ladera donde había muchos cuervos saltando por doquier. En ese momento, el Coyote, hambriento, pasaba cerca de allí. Aún a cierta distancia, se dijo:

-“¡Ay, cómo me cruje el estómago! Me comeré a ese Pequeño Zorro Azul”- y al acercarse a él, le dijo: -“Pequeño Zorro Azul, ya me has causado suficientes problemas. Por tu culpa los perros y los hombres me persiguen, y ahora por eso me las pagarás. ¡Te comeré ahora mismo!”-

-“No, amigo Coyote”- le contestó el Pequeño Zorro Azul, -“¡No me comas! Estoy aquí cuidando estas gallinas; hay una boda en una casa de allí, que pertenece a mi amo. Estas gallinas son para la cena de la boda. Muy pronto vendrán por ellas y me invitarán a comer; y tú puedes venir conmigo”-

-“Está bien, no te comeré”- le dijo el Coyote. -“Pero te ayudaré a cuidar estas gallinas”- y se sentó junto a él.

Esto era un problema para el Pequeño Zorro Azul, que pensaba cómo escapar del Coyote. Finalmente se le ocurrió:

-“Amigo Tu-wháy-deh, me resulta extraño que aún no hayan venido a buscar las gallinas. Tal vez se hayan olvidado. Creo que será mejor que vaya a la casa a ver que están haciendo los sirvientes”-

-“Está bien”- le contestó el Coyote. -“Ve y yo me quedo cuidando las gallinas”-

El Pequeño Zorro Azul salió para la casa, pero al pasar una pequeña colina, comenzó a correr a toda velocidad. Luego de un rato, al ver que no volvía, el Coyote pensó:

-“Ya que se fue, me comeré una de las gallinas”-

Y arrastrándose hasta el era, dio un gran salto. Pero las gallinas eran en realidad cuervos y salieron volando. Comenzó a maldecir al Pequeño Zorro Azul por haberlo engañado, y comenzó a seguir su rastro, diciendo:

-“Cuando lo atrape lo comeré”-

Luego de mucho caminar, alcanzó al Pequeño Zorro Azul, y muy enojado, le dijo:

-“¡Te tengo! Ahora te comeré”-

Pero el Pequeño Zorro Azul fingió un gran entusiasmo y le dijo:

-“¡No, amigo Coyote! ¿No oyes el tambor?”-

El Coyote se puso a escuchar y oyó el tambor en el pueblo.

-“Bueno”- dijo el Pequeño Zorro Azul, -“Estoy convocado para danzar, y muy pronto vendrán a buscarme para ir. ¿No quieres venir tú también?”-

-“Si es así, no te comeré. Pero iremos a danzar”-

Y el Coyote se sentó y comenzó a peinarse el pelo y a pintarse la cara. Pero luego de un tiempo, al ver que nadie venía, el Pequeño Zorro Azul exclamó:

-“Amigo Coyote, me parece extraño que no hayan venido por mí. Será mejor que suba a aquella colina desde donde puedo echar un vistazo al pueblo. Tú espérame aquí”-

-“No se atreverá a engañarme de nuevo”- pensó el Coyote, y le contestó: -“Está bien, pero no olvides avisarme”-

El Pequeño Zorro Azul subió la colina, y no bien desapareció de la vista del Coyote, comenzó a correr por su vida.

El Coyote esperó durante un buen rato, y cuando se cansó, subió a la colina, pero allí no había nadie. Se enojó mucho y exclamó:

-“¡Lo seguiré y me lo comeré! ¡Esta vez no podrá salvarse!”-

Y encontrando su rastro, comenzó a seguirlo tan rápido como un pájaro.

Cuando el Pequeño Zorro Azul estaba por unos altos acantilados, miró hacia atrás y vio al Coyote bajando por una colina. Se paró sobre sus patas traseras y puso sus patas delanteras sobre el acantilado, y comenzó a gruñir, como si estuviera excitado. Un momento después, llegó el Coyote, muy enojado, y le dijo:

-“¡Ahora no te escaparás! ¡Te comeré ahora mismo!”-

-“Oh, no, amigo Tu-wháy-deh”- le contestó, -“Es que vi que este acantilado se iba a caer y vine a sostenerlo. Si lo suelto, se caerá y nos matará a los dos. Ven y ayúdame a sujetarlo”-
El Coyote se paró y empujó el acantilado con sus patas delanteras con todas sus fuerzas. Y así quedaron, uno al lado del otro. Luego de un rato, el Pequeño Zorro Azul le dijo:

-“Amigo Tu-wháy-deh, hace mucho ya que sostengo este acantilado, y estoy muy cansado. Tú has estado menos tiempo. Sostén tú solo mientras voy a buscar un poco de agua para los dos; pronto tendrás sed. Hay un lago del otro lado de esta montaña. Iré a tomar un poco de agua, y volveré para que vayas tú mientras yo sostengo el acantilado”-

El Coyote estuvo de acuerdo, y el Pequeño Zorro Azul corrió del otro lado de la montaña hasta el lago, al momento en que salía la luna.

Pero pronto el Coyote estuvo cansado y sediento, ya que sostenía el acantilado con todas sus fuerzas. Finalmente exclamó:

-“¡Ay, qué difícil que es sostener esto! Tengo tanta sed, que iré al lago, aunque muera”-

Comenzó a soltar el acantilado muy despacio, hasta que solo lo sostenía con las uñas. Dio un gran salto hacia atrás. Y corrió tan rápido como pudo a una colina. Pero cuando miró hacia atrás y vio que el acantilado no se había caído, se enojó muchísimo y juró comerse a Tu-wháy-shur-wi-deh en cuanto lo atrapara.

Siguiendo su rastro, llegó al lago, donde el Pequeño Zorro Azul yacía en la orilla, aullando como si estuviera excitado:

-“¡Ahora mismo te comeré!”- gritó el Coyote. Y el otro le contestó:

-“¡No, amigo, Tu-wháy-deh, no me comas! Estaba esperando a que llegue alguien que pudiera nadar tan bien como vos. Acabo de comprarle un queso a un pastor para compartir contigo, pero cuando fui a tomar agua, se me cayó al lago. Ven aquí que te mostraré”-

Y llevó al Coyote al borde de una parte elevada de la orilla y le mostró la luna reflejada en el agua.

-“¡Mm!”- exclamó el Coyote, famélico. -“Pero, ¿cómo llegaré hasta él? Está en el fondo del lago. No podré hundirme para llegar hasta él”-

-“Es cierto, amigo”, le contestó el Pequeño Zorro Azul. “Pero hay una manera. Podemos atar algunas piedras a tu cuello para hacerte pesado y que llegues hasta el fondo”-

Buscaron alrededor hasta que encontraron una tira de cuero y varias piedras, y el Pequeño Zorro Azul las ató al cuello del Coyote mientras levantaba su mentón.

-“Amigo Tu-wháy-deh, ven a la orilla y prepárate. Te tomaré por atrás y contaré ‘wim, wi-si, p’áh-chu’, y cuando diga tres, debes saltar y yo te empujaré, porque estás muy pesado”-

Tomó al Coyote por la nuca y abalanzándolo, contó. Y al decir -“¡p’áh-chu!”- lo empujó fuerte y el Coyote saltó al agua y nunca volvió a salir.

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