Se llama Unguymaman, o sea, Madre de
las Enfermedades.
Vive en las aguas profundas y sale a la
superficie en las noches oscuras, tempestuosas o lluviosas, para hacer el mal.
Va dando voces desde el agua, por ríos,
quebradas, lagos y lagunas. Da voces cuando ve lanchas, balsas y canoas, o
también casas en las orillas.
Con la entonación del grito del sapo y
algo más, llama: “¡Uf!”, “¡uf!”… Puede también que su voz parezca el aullido
del viento, o el de algún otro animal, y hasta la llamada confusa de un ser
humano.
Si sale a tierra, la Unguymaman llama
de casa en casa, sin tocar la puerta, con la misma voz. Es una voz a la que se
puede reconocer por su tono lúgubre y aleve.
Cualquier persona que escuche a la
Unguymaman, hombre, mujer o niño, no debe contestar. Si responde, la Unguymaman
le dará la enfermedad.
No hay que contestarle con una sola
palabra ni con nada.
La persona que necesite de nosotros,
debe tocar a la puerta o llamarnos hablando, para reconocerla debidamente. Sólo
en tales casos se contestará.
De la Unguymaman se sabe únicamente que
es un ser maligno, cuya forma nadie ha llegado a precisar. ¿Quién podría verla
durante esas noches lóbregas en que abandona su habitual morada y sale en busca
de sus víctimas?
Para hacer daño bástale la voz, pero a
condición de que se le conteste.
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