Esta era una viejecita que tenía un
pequeño huerto. Allí cuidaba lechugas, coles y cebollas. Un día entró un
chivito y mordía y comía sus plantitas y sus cebollitas. Salió la viejecita y
le dijo que se fuera, pero el chivito la miró de frente y furioso le contestó:
-Soy el chivito del chivatal; y si
me molestas te voy a dañar.
La viejecita se fue llorando por el
camino, diciendo:
-¡Ay, ay, las cebollitas del cebollar!
Y se encontró con el perro. Llorando le
contó que el chivito no quería salir de su huerto. El perro le dijo:
-No llore, viejita, ni por el
chivito ni la cebollita.
Guando llegaron al cebollar, el perro
dijo:
-Sal, chivito, sal.;
Y el chivito, mirándolo fijamente, le
responde:
-Soy el chivito del chivatal; y
si me enfado te voy a dañar.
El perro le dijo a la viejecita que
volvería otro día para ayudarle y se fue silbando. La viejecita volvió al
camino llorando y diciendo:
-¡Ay, ay, las cebollitas del cebollar!;
Y se encontró con el toro. Llorando le
contó que el chivito no quería salir de su huerto. El toro le dijo:
-No llore, viejita, ni por el chivito
ni por la cebollita.;
Cuando llegaron al cebollar el toro
dijo:
-Sal, chivito, sal.;
Y el chivito, mirándolo fijamente y
bajando la cabeza, contestó:
-Soy el chivito del chivatal; y si
me enfurezco te voy a dañar.
El toro dijo a la viejecita que
volvería otro día y se fue suspirando. La viejecita volvió al camino llorando y
lamentándose:
-¡Ay, ay, la cebollita del cebollar!;
Y se encontró con una hormiga delgada
de cintura. Llorando le contó que el chivito no quería salir de su huerto, y la
hormiguita dijo:
-No llore, viejita, ni por el
chivito ni por la cebollita.;
Cuando llegaron, la hormiguita se
acercó al chivito y le dijo muy bajito:
-Sal, chivito, sal.
Y el chivito, rojos sus ojos:
-Soy el chivito de mi chivatal y
si me enojas te voy a dañar.
Y la hormiguita, plantándose:
-Pues yo soy hormiguita del hormigal y
si te pico vas a llorar.
El chivito no quiso oírla y siguió
comiendo lechugas y cebollas. La hormiga trepó por las barbas del chivito y le
picó a todo picar. El chivito, sorprendido y dolorido, salió disparado balando,
balando, balando, hasta que se perdió de vista por el camino.
La hormiga volvió pasito a paso a la
casa de la viejecita.
La viejecita le regaló un saco de
trigo, pero la hormiguita aceptó tres granos y se fue.
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