El árbol llamado lupuna, uno de los más
originalmente hermosos de la selva amazónica, “tiene madre”. Los indios
selváticos dicen así del árbol al que creen poseído por un espíritu o habitado
por un ser viviente.
Disfrutan de tal privilegio los árboles
bellos o raros. La lupuna es uno de los más altos del bosque amazónico, tiene
un ramaje gallardo y su tallo, de color gris plomizo, está guarnecido en la
parte inferior por una especie de aletas triangulares.
La lupuna despierta interés a primera
vista y en conjunto, al contemplarlo, produce una sensación de extraña belleza.
Como “tiene madre”, los indios no cortan a la lupuna.
Las hachas y machetes de la tala
abatirán porciones de bosque para levantar aldeas, o limpiar campos de siembra
de yuca y plátanos, o abrir caminos. La lupuna quedará señoreando. Y de todos
modos, así no hay roza, sobresaldrá en el bosque por su altura y particular
conformación. Se hace ver.
Para los indios cocamas, la “madre” de
la lupuna, el ser que habita dicho árbol, es una mujer blanca, rubia y
singularmente hermosa.
En las noches de luna, ella sube por el
corazón del árbol hasta lo alto de la copa, sale a dejarse iluminar por la luz
esplendente y canta.
Sobre el océano vegetal que forman las
copas de los árboles, la hermosa derrama su voz clara y alta, singularmente
melodiosa, llenando la solemne amplitud de la selva.
Los hombres y los animales que la
escuchan, quedan como hechizados. El mismo bosque puede aquietar sus ramas para
oírla.
Los viejos cocamas previenen a los
mozos contra el embrujo de tal voz. Quien la escuche, no debe ir hacia la mujer
que la entona, porque no regresará nunca.
Unos dicen que muere esperando alcanzar
a la hermosa y otros que ella los convierte en árbol. Cualquiera que fuese su
destino, ningún joven cocama que siguió a la voz fascinante, soñando con ganar
a la bella, regresó jamás.
Es aquella mujer, que sale de la
lupuna, la sirena del bosque.
Lo mejor que puede hacerse es escuchar
con recogimiento, en alguna noche de luna, su hermoso canto próximo y distante.
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