Una vez el Conde de Cero hizo una visita al Barón
de Pereza que se lamentó de su dura suerte. Su amigo, el Conde, se admiró mucho
y le dijo: —Por Dios, ¿cómo puede usted lamentarse? usted está bueno. Usted no tiene
que trabajar y abunda en dinero tanto como puede Vd. desear.
—Sí, es verdad, —respondió el Barón, pero no
obstante tengo dura suerte. Tengo que vestirme todas las mañanas, y que
desvestirme todas las noches. Tengo que masticar todo lo que como y que tragar
laboriosamente toda gota de agua y de vino que bebo.
Su amigo respondió: —Pero usted no sale de la casa.
Por consiguiente Vd. no se pone o quita más que la bata. Su cocinero no prepara
sino manjares blandos. Ciertamente el tragar no es trabajo tan terrible.
A esto respondió el Barón con voz lagrimosa: —¡El
eterno respirar! ¿No es esto nada? Ni siquiera puedo descontinuar esto cuando
duermo.
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