La gente de Mexcaltitán, pequeña población que está en medio de un lago del estado de Nayarit, dice que aquí iba a ser la ciudad de México, pero uno de los indios de sus antepasados espantó al águila que se había parado en ese viejo sabino que se encuentra a la salida de la población, y la mayoría de los Mexicas se dispusieron a seguir al águila, para ir a poblar ese lugar donde ella se posara sobre un nopal para devorarse a una serpiente.
Se encontraba el abuelo Gumersindo platicando con su nieto Ulogio:
-Si aquel indio tarugo no hubiera espantado al águila, imagínate todo lo que tuviéramos ahora: Cines, coches, fabricas, calles, edificios, estatuas y todas las cosa que hay en la capital-
-¡Pues si, pero no!-
-Y la Catedral, y la Basílica de Guadalupe-
-¡Que coraje!-
-Tendríamos también el Paseo de la Reforma, un lugar encantador que le ha servido a un buen amigo para hacer sus campamentos y que cuenta hasta con un Ángel y una estatua de los últimos Mexicas que se llamó Cuahutémoc. Y la avenida de los Insurgentes que es la más larga del mundo-
-¡Uta, que bonito!-
-Tendríamos la Alameda, el bosque de Chapultepec y el zócalo con el Palacio Nacional-
-¡Órale! ¿Con todo y presidente?-
-Claro, con todo y todo, ese es el chiste-
-¡Ah jijo! tonces no estaríamos tan fregados-
-Ni anduviéramos buscando planes Mérida con los gringos-
-Ay Tata, que indio tan tarugo, ¿cómo no se le ocurrió irse a calzonear a otro lado y no haber espantado al águila?-
-Pero eso si te digo, andaríamos a la greña con paros, marchas y plantones-
-Y nos estaríamos peleando por el petróleo, que ni se da aquí, ni se da allá-
Entonces Gumersindo invitó a su nieto a ir a la salida del pueblo para ver el árbol que ellos veían aterrorizados desde niños, procurando no acercarse pues sus padres se los prohibían pasar por ahí.
Cuando llegaron el viejo y su nieto cerca de donde se encontraba ese viejo sabino, creyeron escuchar una carcajada dentro del retorcido ramaje, a su alrededor había muchas latas de cerveza vacías, colillas de cigarros. En su tronco se veían grabados los nombres de muchos habitantes de la población, a punta de navaja. Ulogio creyó ver un letrero a un lado del árbol que decía:
“ESTE ES EL ÁRBOL DE LA NOCHE TRISTE
DONDE HERNÁN CORTÉS LLORÓ SU DERROTA”
Se encontraba el abuelo Gumersindo platicando con su nieto Ulogio:
-Si aquel indio tarugo no hubiera espantado al águila, imagínate todo lo que tuviéramos ahora: Cines, coches, fabricas, calles, edificios, estatuas y todas las cosa que hay en la capital-
-¡Pues si, pero no!-
-Y la Catedral, y la Basílica de Guadalupe-
-¡Que coraje!-
-Tendríamos también el Paseo de la Reforma, un lugar encantador que le ha servido a un buen amigo para hacer sus campamentos y que cuenta hasta con un Ángel y una estatua de los últimos Mexicas que se llamó Cuahutémoc. Y la avenida de los Insurgentes que es la más larga del mundo-
-¡Uta, que bonito!-
-Tendríamos la Alameda, el bosque de Chapultepec y el zócalo con el Palacio Nacional-
-¡Órale! ¿Con todo y presidente?-
-Claro, con todo y todo, ese es el chiste-
-¡Ah jijo! tonces no estaríamos tan fregados-
-Ni anduviéramos buscando planes Mérida con los gringos-
-Ay Tata, que indio tan tarugo, ¿cómo no se le ocurrió irse a calzonear a otro lado y no haber espantado al águila?-
-Pero eso si te digo, andaríamos a la greña con paros, marchas y plantones-
-Y nos estaríamos peleando por el petróleo, que ni se da aquí, ni se da allá-
Entonces Gumersindo invitó a su nieto a ir a la salida del pueblo para ver el árbol que ellos veían aterrorizados desde niños, procurando no acercarse pues sus padres se los prohibían pasar por ahí.
Cuando llegaron el viejo y su nieto cerca de donde se encontraba ese viejo sabino, creyeron escuchar una carcajada dentro del retorcido ramaje, a su alrededor había muchas latas de cerveza vacías, colillas de cigarros. En su tronco se veían grabados los nombres de muchos habitantes de la población, a punta de navaja. Ulogio creyó ver un letrero a un lado del árbol que decía:
“ESTE ES EL ÁRBOL DE LA NOCHE TRISTE
DONDE HERNÁN CORTÉS LLORÓ SU DERROTA”
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