miércoles, 29 de mayo de 2013

EL LIBRO MÁGICO




Hoy descubrí el libro mágico, me lo enseñó mi hijo que llegó a mí, cansado de correr y me dijo.
-¿No conoces el libro mágico?-
-¡No! - respondí.
Me desplegó una sonrisa de 7 años y desabotonó su camisa untada con tierra de juegos y sudor de alegría. De allí extrajo un cartón arrugado y mojado en forma de carpeta, que contenía dos hojas llenas de líneas, formas, manchas de grasa, con muchos colores.
Lo colocó sobre mi mesa y esperó a que lo viera bien.
Yo, sorprendido, tenía miedo de preguntar por qué era mágico, lo tomé, lo volteé y miré a mi hijo que se había recostado en mi mesa apoyándose sobre sus codos y cubriendo el costado de su cara con sus manitas, esperaba una respuesta. Le dije entonces.
-Está bonito, ¿Lo hiciste tú?-
Él levantó la mirada hacia mí y me respondió. -No ves la magia ¿Verdad?-
-Lo siento hoy estoy algo torpe y no la puedo ver-
El se incorporó un poco para decirme, -¡Es que no ves bien!
-Colócate los anteojos y vuelve a mirar-
Coloque mis lentes ante mis ojos y pensé, ¿Qué magia será que él quiere que vea? Los niños tienen una imaginación fructífera y no saben que a veces los adultos perdemos esa capacidad.
Mi cara de incertidumbre le decía que nada, la magia no era descubierta.
Entonces mi hijo tomo mi mano y la guió por el contorno de una supuesta figura y me dijo.
-Coloca el dedo sobre ésta línea y síguela y dime que ves-
Seguí sus instrucciones y con mucha lentitud seguí con mi dedo el contorno de una línea que a veces se hacía curva otras veces se hacía recta y otras veces se perdía.... Y le dije, por decir cualquier cosa.
-Bueno veo una casita-
El muy emocionado me dijo
-¡Es la escuela está allí!!!!!!
Quitó mi dedo y lo condujo hacia otro contorno.
-¿Y aquí que ves?-
-Un árbol-
-¡¡Es un árbol!!!! Dijo saltando de la emoción- ¿Viste la magia?-
-En éste libro puedo ver lo que yo quiera-
Y así sus manitas fueron trazando figuras de la imaginación en las líneas y las manchas, y diciendo.
-¡Esto es un perro! -¡Esto un gato!
-¡AH, aquí está el trompo con que jugamos ayer!-
-¡Esta es la maestra!
-¡Aquí está mi mamá!.
Y así fuimos construyendo personajes y paisajes de un grupo de líneas, colores y manchas. Él sonreía, sus ojos se iluminaban a cada nuevo descubrimiento imaginativo, hasta que yo le dije en tono de súplica.
-¿Préstame tu libro mágico?-
Me miró, sonrió, dobló su cartoncito lo guardó dentro de su camisa y corrió hacia la puerta diciéndome,
-¡Noooooooo, has el tuyo!!!!!!!-
Y lo vi alejarse, corriendo hacia el mismo lugar de donde había venido, desapareció en el pasillo dejando una estela de colores que se confundían con los rayos inclementes del sol.
Descubrí que la magia era él, su esperanza, su ilusión y sus sueños.
 

martes, 28 de mayo de 2013

COMO VOLVERSE INVISIBLE





Si usted es un adulto:
Deje de bañarse por al menos 6 u 8 semanas. Busque la ropa más vieja y deshilachada que encuentre en su casa, póngasela y no se la cambie en ningún momento durante el periodo antes indicado. No se afeite ni se peine, déjese estar, nada de lavarse los dientes ni usar desodorantes. No se preocupe por el mal olor, de a poco se ira acostumbrando hasta el punto en que ya no lo molestara. Imagino que conocerá la frase “nada se consigue sin esfuerzo”. Si usted de verdad quiere volverse completamente invisible, deberán hacer lo posible por dejar de comer, solo probara bocado apenas lo suficiente como para sobrevivir. Sin embargo, remplazara la comida por grandes cantidades de vino (o en su defecto, cualquier tipo de bebida alcohólica). Cuanto más alcohólico-dependiente se vuelva, mejores serán los resultados. Una vez q haya cumplido las 6 u 8 semanas, salga a la calle como pueda, tambaleante, rebotando contra las paredes (así será sin duda si a cumplido al pie de la letra todas las instrucciones), y ubíquese en el callejón más lejano al que pueda llegar. Busque unos cartones (si los tiene a mano), y acomódese en el duro piso. Quédese ahí, sin molestar a nadie, tan solo pidiendo por favor una limosna, alguna monedita para compra algo que comer, y vera como instantáneamente se habrá vuelto invisible para el mundo.

                                   Si usted es un anciano:
Esta etapa de la vida es la más recomendada para volverse invisible, por lo sencillo de las instrucciones a seguir y el poco esfuerzo que requiere.
Haga su vida normal, como la de cualquier cristiano común. Cásese, tenga hijos, una gran familia, amigos, cómprese una casa y vaya a misa los domingos. Para resumir, la media de vida de un ciudadano normal. El único esfuerzo que deberá hacer será vivir hasta los aproximadamente 80 años, cosa que no le resultará muy difícil, si sigue los consejos antes indicados y vive una vida sana y lejos de peligros (a menos que un accidente se cruce en su camino). Una vez que haya llegado a esa edad, relájese, el resto vendrá solo. Sus hijos y demás familiares se tomaran la molestia de encerrarlo en el primer geriátrico que encuentren, dejándolo a cargo de unas cuantas enfermeras que le cambiaran los pañales. Al principio no será completamente invisible, pero no desespere, el proceso lleva 3 etapas:
1-Sus familiares aun lo visitaran (aunque muy de vez en cuando), pues aun no será del todo invisible para ellos.
2-Usted reconocerá el momento en el cual sus allegados ya no podrán verlo, pues ellos ya nunca más irán a visitarlo, ni siquiera una vez al año. Aunque aun seguirá siendo un poco visible, puesto que las señoras enfermeras se ocuparan de usted.
3-Este será por fin, el momento más esperado. Cuando note que sus familiares ya no lo visitan, y las enfermeras ya no se hacen cargo de usted (de eso se dará cuenta por su insoportable olor a pis y los pañales llenos de caca), lo habrá logrado, será completamente invisible para el mundo. Lastima que le quede tan poco tiempo para disfrutarlo

                           Si usted es un niño-adolescente:
A esta edad es cuando más posibilidades se tienen de volverse invisible sin haber querido que así suceda. Existen millones de niños invisibles en el mundo, aunque la mayoría nunca haya leído esta guía (¿tal vez por sufrir de dislexia?) y acaso aun no se han dado cuenta de su condición de no visibles. Se recomienda la orientación de un adulto (padre, madre o tutor) para realizar esta experiencia en personas de tan corta edad.
Si ya a experimento con usted mismo, tendrá experiencia en el primer paso: Procure que el niño pase un periodo de 6 a 8 semanas sin bañarse. Raje y deshilache su ropa, y luego póngasela. Que la use todo el tiempo sin cambiársela ni un solo día, hasta el momento de salir a la calle. No le de mucha comida, solo lo indispensable para que no se muera. Rételo, hágalo sufrir un poco (recuerde que sin esfuerzo nada se consigue), algunos golpes no vendrán nada mal. Unos días antes de sacarlo a la calle, diríjase hacia la ferretería más cercana, y compre algunas latas de poxi-ran y varias bolsitas. Logre que el niño aspire con desesperantes ganas el producto vertido en la bolsa, y sin esfuerzo conseguirá que el pequeño se convierta en un zombi. Pasado el tiempo antes recomendado, lleve al niño a la estación de subtes más cercana, aunque el mejor lugar para lograr una invisibilidad al cien por ciento son las estaciones de tren. Deje al niño abandonado allí, y luego de unos días, acérquese al lugar donde dejo al pequeño, y camuflado entre la gente, observe como la magia se hace presente: el niño se habrá vuelto completamente invisible para el mundo.

CUANDO EL TIEMPO SE VA...




Nadie sabe exactamente como, ni cuando. Lo que si se sabe con certeza, es que un día todos los relojes del mundo dejaron de funcionar, y el tiempo dejó de ser tiempo.
Se dijeron muchas cosas. Que era un complot organizado por los mismos relojes (vaya uno a saber porqué), que el fin del mundo se estaba acercando y ya no importaba la hora pues el final estaba muy cerca. Que era brujería, magia, vudú… No había pila ni batería que los hiciera funcionar. Por más cuerda que se le diera, seguían totalmente reacios a dar la hora. Se intento con los relojes de arena, pero al darlos vuelta para que la arena empiece a caer, esta se quedaba petrificada en la parte de arriba desafiando a las leyes de la gravedad, como si alguna fuerza sobrenatural se lo impidiera, y hasta se intentó con los relojes de sol, pero estos ya no producían sombra.
Era un problema sin solución, pero la raza humana (aunque le tome su tiempo) se adapta a cualquier tipo de cambio. Y decidimos vivir sin relojes, sin hora, con el tiempo fluyendo a sus anchas, sin preocuparnos tanto por la puntualidad y olvidándonos de las fastidiosas horas pico.
Pero cuando ya nos habíamos acostumbrados a la nueva vida (mucho más relajada que la anterior, por cierto), nos dimos cuenta de las graves consecuencias de la ausencia de los relojes. Horrorizados observábamos como los bebes nacía tresmesinos, o en algunos casos pasaban mas de 10 meses dentro de la panza de su madre, y debían sacarlos muertos. Los niños despertaban siendo viejos de un día para otro, los ancianos ya no envejecían, la comida se ponía rancia repentinamente, los frutos maduraban y al siguiente instante se pudrían, y por la mañana era primavera, por la tarde el invierno más frío, y cuando anochecía (si teníamos suerte) nos visitaba un verano muy cálido. Habíamos descubierto que el tiempo solo es tiempo, porque lo dictan los relojes. Sin ellos, que son los que lo adecuan, ajustan, amoldan, y le dan un sentido para que nos sea útil, el tiempo deja de ser tiempo, y se transforma en una serie de eventos momentos y situaciones sin sentido, desacomodados, deformados...
Ignorábamos porque motivo cada raza o civilización de la que tenemos conocimiento, desde la más antigua nacida en el alba de los tiempos, hasta la nuestra, tenía su propio medidor (acomodador o amoldador sería más adecuado) de tiempo. No ha existido raza, pueblo o civilización que no lo haya tenido.
Cuando el fin de la raza humana estaba llegando a su punto culminante, cuando ya quedaban muy pocos sobrevivientes a la revolución temporal, repentinamente, los relojes comenzaron a funcionar… La arena caía marcando un nuevo inicio del tiempo, los segunderos corrían como quien comienza su labor después de mucho tiempo de descanso, y los relojes de sol proyectaban su sombra más nítida que nunca.
La raza humana sobrevivió. Con el tiempo y la ayuda de los relojes (benditos sean), pudimos reorganizar nuestras vidas hasta ser normales. Eso sí, aprendimos una lección muy importante. Y ahora cada ser humano lleva consigo un reloj, o dos como para no perder nunca el sagrado don de saber la hora, y cada pueblo, civilización y raza adora como a un dios a los relojes, reuniéndose frente a grandes monumentos o capillas en honor a ellos, y rezando para que nunca más nos castiguen, para que nunca más nos falten.