miércoles, 5 de marzo de 2014

MUCHAS VECES, DIOS SE CONVIERTE EN MARIPOSA



El tren Transiberiano devora la distancia con una velocidad de ciento cincuenta kilómetros por hora.

Es durante una noche muy oscura y sin luna que el tren viaja desde Moscú hasta Vladivostok. Todos los pasajeros duermen tranquilos y despreocupados. Solo el maquinista vela y escudriña con sus ojos la oscuridad.

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De pronto le parece ver algo, así como un pequeño fantasma que está frente de la locomotora, la figura se agita desesperadamente como si le dijera al tren: "Alto, alto, alto" un escalofrío sacude al maquinista. El pequeño fantasma desaparace y el tren prosigue con su marcha.

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A los pocos minutos el pequeño fantasma vuelve a aprecer frente al tren. El maquinista agarra nerviosamente la palanca de frenos pero no la actúa, pues el pequeño fantasma vuelve a desaparecer y el tren continúa con su marcha. Los pasajeros duermen.

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Unos instantes después el pequeño fantasma aparece de nuevo frente al tren. El mauinista se decide y jala la palanca de frenos. Se escucha un fuerte silbido y el tren se detiene abruptamente. Los pasajeros se despiertan sobresaltados. Muchas bajan de los vagones, preguntándose lo que sucedió.

Unos metros adelante de la locomotora vieron con un gran susto que el puente que sostenia los rieles se había desplomado y caído al río.

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El maquinista llega al frente de la locomotora, pensando en el fantasma y cuando voltea para ver el faro que da la luz que ilumina la vía, miró salir volando una pequeña mariposa que se debatía para separarse del gran foco, y  con un gran suspiro, el maquinista pensó en la mariposa y en Dios.

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