lunes, 20 de abril de 2015

EL CANAL DE SIMÓN



La madre de Simón gritaba: -“¡No os acerquéis al canal!”- Esta advertencia la hacía diez veces al día a las hermanas mayores de Simón, Julia y Paula, que debían cuidar del pequeño y protegerlo.

Una mañana, mamá puso a Simón la chaqueta y le peinó. Luego hizo lo mismo con las chicas y dijo:

-“¡Ahora recordadlo otra vez, manteneos lejos de ese canal!”-

Simón no sabía qué era un canal. ¿Cómo iba a saberlo si nunca lo había visto? Imaginaba que se trataba de un grande y terrorífico monstruo que vivía en una guarida cerca del molino. A veces escuchaba sus rugidos.

Una noche oscura y ventosa lo oyó acercarse a la casa, galopando hambriento y furioso. 

Afortunadamente la puerta estaba atrancada y las cortinas echadas.

Al día siguiente Julia y Paula llevaron a Simón a la biblioteca.

-“Simón puede pedir también un libro”- dijo Julia.

-“No sabe leer”-

-“Bueno, puede mirar los dibujos”-

-“¿Qué clase de libro quieres mirar, Simón?”-

-“Un libro sobre un canal”-

-“¡Tú y tu canal!”- suspiró Julia.

-“No”- dijo Julia- -“No hay más que uno sobre un canal. No te va a gustar. Es demasiado tostón”-

Simón sabía lo que era un tostón. Había visto a su madre tostar pan en la cocina.

Quizá el canal tostaba pan con las llamas que salían de su boca. Julia tenía razón; no le iba a gustar.

-“Encontré un buen libro para Simón”- dijo Paula.

En la cubierta del libro se veía a un gran dragón verde rugiendo en la orilla de un río.

Al día siguiente, la abuelita de los niños vino de la ciudad para pasar unas vacaciones con ellos. A la abuelita le gustaba mucho el campo.

-“Verás. Saldremos todos los días a pasear”- le dijo a Simón.

Un día, a la hora de comer, quedaron en que aquella tarde irían hacia el canal.

Simón pareció espantado. Sintió como un desmayo y no pudo tragar las croquetas.

-¿No tienes miedo, abuelita?”-

-“¿Miedo de un viejo y raquítico canal? ¡Claro que no!”- dijo la abuelita.

-"A fin de cuentas, el monstruo no es tan terrorífico", pensó Simón. "Quizá se está haciendo viejo y pierde fuerzas."- Simón empezó a sentir pena por él.

Después de comer, la abuelita y su nieto se dirigieron al molino, andando por varios caminos.

El molino se alzaba a orillas del agua, y la fuerza de la corriente lo hacía funcionar. Simón no tenía miedo con la abuelita a su lado.

-“¿Dónde está el canal?”- preguntó Simón.

-“Pero... ¡si está justo delante de ti!”-

-“¿Es esto un canal?”- preguntó Simón.

-“Bueno, es más o menos lo mismo”- contestó Paula, creyendo que se refería al río.

-Exclamó la abuelita, apuntando con su paraguas hacia el agua.


-“iOh!”- dijo Simón-, si no veo más que agua.

¡Entonces comprendió! ¡El monstruo era invisible! Podía verlos a ellos, pero nadie podía verlo a él. El monstruo murmuraba por lo bajo, hablando solo, pero no atacaba.

De vuelta a casa, mientras merendaban, Simón dijo: -“Nunca lograrán cazarlo”—

-“¿Cazar qué, cariño?”-

-¿El canal”-

Julia y Paula se echaron a reír.

-“¿Verdad que es gracioso, mamá? ¿Quién querría cazar un canal?”-

"Bueno", pensó Simón conformándose, "nadie quiere cazar al canal, ni el canal quiere cazarnos a nosotros. ¡Mejor que mejor!"

-“Por favor, mamá, ¿puedo tomar más bizcochos?”-

-“Claro que sí, cariño”-

Tranquilo y feliz, Simón continuó merendando.

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