jueves, 22 de septiembre de 2016

LA ANCIANA DE CABELLOS CORTOS



Aquella mujer, anciana de cabello largos y blancos, semblante dorado, ojos color miel, caminaba lentamente por la playa en un bellísimo atardecer de verano. Al andar, el viento suave flameaba su túnica amarilla acariciando su cuerpo.

Por un instante detuvo su marcha frente al mar, alzó su mirada al horizonte, en una suerte de complicidad con la bravura y serenidad del mar. Sus ojos eran olas de mar…

Sus manos y brazos se extendieron hacia el cielo, con su mirada se encontró con el sol radiante y abrió aún más sus ojos. Inspiro profundamente, fijando su vista al inmenso horizonte pincelado de amarillos y naranjas, fusionados con celeste, azul y blanco del mar; bajó lentamente sus brazos y se sentó a la orilla de la playa, con sus piernas estiradas, que acariciaban las pequeñas olas que iban y volvían como los tic-tac de un reloj, aquel que marca el sin fin de los tiempos de relax y reflexión, tiempos que la vida regala de múltiples modos.

Aquella anciana repetía suavemente:- Sushine…Sushine…alimentaba su ser con la luz del sol, irradiaba brillo en sus ojos y todo su semblante resplandecía. Algo maravilloso sucedía…

Caminaba, andaba y no lograba encontrar nada que se pudiera comparar a ese resplandor mágico, restaurador y maravilloso que irradiaba en su ser. Me preguntaba ¿Qué magia poseía? Pues era fascinante y hasta las puntas de sus cabellos irradiaban luminosidad.

La ley del Sol sellada en las almas que deciden poseer ese brillo, sin restricciones, en cualquier lugar, levantar el rostro y sentir su calor inmenso, ver con el corazón, el alma.

El deseo es real cuando lo decides con ansias y firmeza. Toda realidad cambia desde ti, deléitate en él y algo increíble sucederá…


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