martes, 3 de junio de 2008

KALICAN


Yo tenía siete años de edad cuando me regalaron a Kali. Él tenía dos meses de edad cuando mi papá me lo llevó a la casa, era un cachorrito bóxer de color leonado rojo. Nada más lo vi y lo abracé, me gustó mucho su figura, mi papá de inmediato me dijo sus características.

-Este perrito va a ser tu compañía y tu necesitaras educarlo para ti, él va a necesitar tu atención constante, deberá aprender que la compañía que le des a él, será la mejor, deberá obedecer cada vez que le digas: siéntate, échate, corre, quédate ahí, lo podrás llevar a la playa para que aprenda a nadar, no deberá de salirse de la casa solo. Mantener ocupado a tu mascota, será alejarlo de problemas porque es un perro muy inquieto. Deberás ponerle un nombre para que te entienda cada vez que lo llamas.

-Le pondré de nombre Kalicán, pero para llamarlo solo le diré: Kali y le hablaré en ingles para que aprenda a hacer lo que le digo: Sit para que se siente. Down para que se eche. Up para que se pare. Run para que corra. Stay para que se pare. Come para que me siga.

Y así ingresó Kali a mi vida, desde entonces todo lo que yo hacía giraba alrededor de él. Yo cursaba el segundo año de primaria y Kali debería de quedarse en casa mientras yo iba a la escuela..

Nuestra casa era grande, en la parte de atrás había una huerta llena de mangos, naranjas, limones y muchas plantas que mi mamá cuidaba. Mi recámara tenía una puerta que daba hacia la huerta y la otra daba hacia el pasillo que comunicaba a todas las habitaciones de la casa, así que lo primero que debía de aprender Kali, era a no entrar a la casa, si yo no le daba permiso, para esto le puse una caja de cartón recostada a un lado de la puerta que daba a la huerta, metí una colcha vieja que me dio mi mamá para que le sirviera de colchón, y por un lado le puse una batea con agua y una caja con sus croquetas las cuales yo la ponía al caer la noche para que cenara y se acostará. En un principio puse una tabla alta para que no se metiera a mi recámara durante la noche y le dejaba la puerta abierta para que entendiera, que yo estaba adentro y él afuera.

Todas las tardes jugaba con mi cachorro y poco a poco fue aprendiendo, que entre cinco y seis de la tarde mientras yo hacía mi tarea en la mesa que tenía para estudiar en casa, el se echara a mis pies. Si yo acababa mi tarea antes de las seis, tomaba algún libro para leer. A las seis sonaba una pequeña alarma de un reloj que yo tenía sobre la mesa. Cerraba mi libro y me paraba para jugar con Kali hasta que llegaba la hora de la cena, cuando terminaba de cenar salía con el a la huerta y ahí le iba enseñando lo que tenía que hacer con esas órdenes en inglés que yo le daba.

Poco a poco me fui dando cuenta de lo entendido que era Kali, pronto aprendió mis órdenes en inglés, todas las tardes yo salía en traje de baño con mi bicicleta a la puerta de la casa y él a mi lado, yo le decía: Sit y el perro se sentaba. Luego le decía Up, Run y el perro salía corriendo y yo lo seguía en la bicicleta hacia la playa, dejaba mi bici en la arena y los dos corríamos al mar.

Era una delicia subir con mis amigos a la sierra de la laguna y que nos acompañara Kalicán, jugaba con nosotros, nos acompañaba a recoger leña, mis compañeros de excursión lo querían mucho, porque una vez Pablo el más pequeño de nosotros se separó del grupo y se extravió. Lo buscamos algunas horas y nada de él, hasta que a mi se me ocurrió darle a oler a kali su mochila y después de decirle Go, mi mascota salió corriendo entre los árboles y veinte minutos después llegamos hasta unas piedras grandes donde estaba desmayado Pablo. Cuando se sintió perdido caminó un rato y al ver esas piedras se subió para orientarse pero se resbaló y al caer se golpeó la cabeza quedando sin sentido hasta que llegamos a su lado. Desde entonces todas las tardes Pablo le lleva algún caramelo a Kali en agradecimiento por haberlo encontrado.

Nunca supe de donde nacían las reacciones de Kali ante el peligro, siempre me andaba cuidando a mi y a otras personas, si veía que otro perro me ladraba, el se interponía entre el perro y yo, no permitía que nadie me hiciera daño. Un día vio como mi padre me dio un cintarazo, el perro le gruñó y se avalanzó sobre él y le quitó el cinturón y lo fue a esconder entre los árboles de la huerta.

Otra vez nos fuimos de día de campo a la playa de los Cerritos, mi papá estaba asando unos pescados y entre él y su compadre disfrutaban de unas cervezas, yo traía un freesbree y lo tiraba hacia al aire y Kali corría, lo atrapaba y me lo devolvía, mi mamá platicaba con su comadre, cuando de repente escuchamos los gritos de otra familia porque una niña de dos años se acerco al lugar donde rompían las olas y la arrastraron, todos corrimos a la orilla del agua y nadie sabía que hacer, entonces yo le grite al bóxer: -Kali, go, go...- y mi perro bóxer corrió al mar se metió al agua y pasó las dos primeras olas fácilmente, al pasar la tercera el perro desapareció, no lo vimos por unos por unos minutos hasta que apareció debajo de una ola y empujaba a la niña hacia la playa, mi papá y el papá de la niña corrieron al agua y jalaron a la niña para sacarla del mar, todos miraban admirados al Kalicán quien regresó a mi lado sacudiéndose el agua de la piel.

Cada día me sentía yo más orgulloso de mi bóxer y siempre buscaba conceptos que lo definieran mejor. Una vez cuando yo estaba ya en secundaria, el maestro me pidió que les explicara algo a mis compañeros del salón. Yo les dije: -Kali se cree humano, actúa como tal, cuando hablo con él no me quita la vista de mi cara y me entiende lo que le digo. Es muy alegre y siempre me anima cuando estoy enfadado. Como es una costumbre para mi hacer mi tarea escolar de cinco a seis de la tarde, cuando ya se acerca esa hora Kali me jala a mi mesa de trabajo y hace que me siente, el se echa a mis pies y no se levanta hasta que no escucha el alarma del reloj. A veces es manipulador conmigo, si quiere salir a pasear a la playa me empuja hacia la bicicleta, cuando lo veo saltando las olas pienso que él es un lobo marino y no un perro. Lo llevo a la lobera y hace migas con los lobos. Es muy limpio, tiene asignado un lugar de la huerta donde hace sus necesidades y nunca hemos tenido que recoger ningún desperdicio de él. Es mi mejor amigo. Lo veo alegre cuando yo estoy alegre y se pone triste cuando estoy triste. Tiene un excelente instinto cazador, pues cuando voy a las palomas, él es el encargado de traerlas. Me defiende de quien trate de hacerme daño. El año pasado me encontré con un albañil borracho y cuando pasó junto a mi me empujó haciéndome caer al piso, el perro se le fue encima, fue difícil para mi separarlo del albañil a mi ya se me olvidó el dolor de mi caída, pero al albañil todavía le deben doler las cicatrices que le hizo Kalí.

Cuantas aventuras corrí yo con mi bóxer, cuantas travesuras le hice y cuanta lata me dio.

No hay comentarios: