sábado, 7 de junio de 2008

LA PUERTA DEL CLOSET


Aquella voz susurrante y siniestra seguía pronunciando mi nombre invitándome a que cruzara el umbral dela puerta del closet, diciéndome: -Francisco, Francisco ven, Francisco entra- Sentía curiosidad, pero al pensar que no había nadie en mi casa aparte de mi, me asustaba, si me ocurría algo malo nadie oiría mis gritos pidiendo socorro, finalmente saber de quien era la voz me vencieron ¿Cómo es posible que alguien me llame desde mi closet y en mi propia casa? Me dije a mí mismo, aquello me parecía tan absurdo que dudaba que fuera real, pero de algo estaba seguro, que de un sueño tampoco se trataba.

Sin darle más vueltas al asunto abrí la puerta y me metí dentro del closet. Grité al ver como la puerta por donde yo había entrado se alejaba de mí rápidamente, pero no intenté en alcanzarla, pensé que encontraría otra salida si seguía hacia delante. Estaba alucinado, creía que mi closet no era tan grande, aquello era como caminar por un interminable pasillo, todo estaba en oscuridad total, no veía absolutamente nada y la voz que antes me agobiaba se calló en cuanto cruce el umbral.

Ya llevaba dos horas caminando sin para y sentía que no iba a ninguna parte e iba totalmente ciego, pensé que a esas horas mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, palpaba las paredes pero no lograba verlas. Pero fue entonces cuando apareció frente a mi una cegadora luz blanca salida de la nada y la extraña voz comenzó a hablarme de nuevo. –Por aquí- decía una y otra vez. Caminé sobre el suelo negro hacia la luz que a diferencia de la puerta del closet no se alejaba, la voz también provenía de la luz. Trapacé esa luminosidad y al hacerlo me llevé una grata sorpresa, aparecí en un precioso comedor adornado hasta la saciedad lleno de enorme cuadros, con retratos de personas que no conocía de nada. Había uno que me llamó mucho la atención por ser extremadamente desagradable, al menos para mi gusto, en él se podía contemplar una escena en la que un enorme diablo le sacaba las entrañas a un ángel. También había sillones hermosísimos, cabezas de animales disecadas y una infinidad de pequeños adornos, copas y demás objetos.

Entonces la voz me dijo: -Siéntate y ponte cómodo Francisco, mi eterno amigo-

Al fin supe de quien era esa voz, entre dos de los muchos lujosos sillones de aquel sitio se encontraba una puerta dorada de la que salió una especie de bufón, era este alto y delgado y con unas piernas muy largas que terminaban en unos pies desproporcionadamente grandes, andaba encorvado y su vestimenta llegaba a la ridiculez, sin duda un auténtico bufón, pero aun así su ropa parecía tener un enorme valor. Lo que más me llamó la atención de su cuerpo era su extraño y poco común rostro, parecía un hombre sacado de una serie de dibujos animados, poseía una larga nariz puntiaguda y una enorme boca que al sonreír dejaba ver unos afilados dientes.

-¿Quién diablos eres?- le pregunte.

-Soy tu nuevo amigo, tendrás que acostumbrarte a verme mucho por aquí, lo quieras o no muchacho, así que será mejor que nos llevemos bien- dijo soltando una estridente carcajada.

La cara con la que me miró no me gusto nada, fui fulminado por una mirada propia del demonio.

-¿Quién diablos eres?- Volví a preguntar, nunca lo hubiera hecho.

-Eres mi perro, mi mascota, eres tu Francisco mi esclavo- dijo el bufón cerrando la puerta dorada y antes de salir me dijo en un chillido: -Te quedarás en este closet para toda la eternidad, bienvenido al infierno.

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