domingo, 12 de enero de 2014

LA CRUZ DE PEDRO



San Pedro ya no aguantaba más. Su cruz era demasiado pesada.

Buscó a Jesús y le presentó su queja: -Maestro ¿No crees que me has dado una cruz demasiado grande? es cierto que te he negado, pero también es cierto que te quiero más que los otros apóstoles. ¿Porque pues les diste a los otros unas crucecitas tan pqueñas, y a mí me has dado esta cruz enorme?

Jesús le contestó: -Pedro, debo decirte dos cosas. Primero es que no soy Yo quien fabrica las cruces para los hombres. Y segundo es que tú, debes de ser más generoso. Si es cierto que me quieres más que los otros, no te quejes tanto-

Pedro seguí muy mortificado y trató de explicarle a Jesús: -Señor, quizás no me entendiste bien, yo no te estoy pidiendo que me quites la cruz, sino que por favor me des una cruz más liviana, una cruz que sea como la de los otros apóstoles-

Jesús se conmovió y le dijo a Pedro: -Me has convencido, acompañame para que escojas tú mismo la cruz que te guste-

Y lo llevó a una enorme bodega donde almacenaba todas las cruces de los hombres.

Pedro se quito de encima la gran cruz, la tiro en un rincón y empezó a buscar.

Se probó varias cruces, pero todas tenían algún inconveniente: Algunas eran demasiado pequeñas, otras demasiado grandes, otras demasiado delgadas, otras muy largas o muy cortas.

Pedro buscaba y buscaba por todos lados una cruz que fuera apta para sus hombros y no la encontraba. Entretanto Jesús sonreía.

Finalmente Pedro encontró una cruz tirada en un rincón cerca de la entrada. Se la colocó en los hombros y le dijo a Jesús: -Señor, ya no te rías tanto, ya ves que si encontre la cruz que me conviene, ésta es, aquí está-

Entonces Jesús se rió con más ganas y le dijo:

-Pedro has escogido de verdad la cruz que mejor te conviene y sin darte cuenta te has echado encima la misma cruz que tiraste al entrar- y Jesús concluyó: -Querido Pedro, no soy Yo quien fabrica las cruces par los hombres; pero no te imaginas con cuanto cuidado y amor trato de que cada cruz corresponda a los hombros, a las fuerzas y al corazón de cada hombre; es que yo sé por experiencia lo que es cargar con una cruz.

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